Mi tierra no es de azúcar, ni tiene mariposas en invierno,
ni montañas con risas de clavel, ni
arrecifes dorados.
Y no es de miel, ni tampoco de
espuma.
Es arcilla, sierra cortada y té, por
los collados.
Testamento de piedra, y de
ciprés.
Campanas que enlazan, el pueblo y
la Masada alguna tarde.
Llamando a funerales, frío y
eriales.
Eternos surcos de cartón.
No es canto de trompetas, ni
timbales, sólo tambores.
Curtida piedra a golpes, fuerza y
redobles.
El verano es la cuna, el invierno
la muerte de la oliva.
Granos de primavera, endulzan
cada viña.
Espliegos y romeros, las tardes
amarillas.
Y es delgada la mies, cuando
falta la lluvia.
Mi tierra es una tumba. Parda y
blanca por fuera y roja dentro.
Negras minas de hierro y de
carbón, forman sus huesos.
Sus gentes son, viviendo en la
penumbra,
gente con soledad por corazón, y
por recuerdos.
Metralla hirviendo, en gritos de
estupor.
Un viento fuerte ha de llegar, por
las colinas,
que barrera del polvo, tantas
horas perdidas.
Epitafios de versos y palabras
vacías.
Dejando en el paisaje, su
esperanza extendida.
Un viento limpio ha de llenar, ha
de llenar, la umbría.
Levantando del polvo, tanta casa
caída.
Abrirán nuestras puertas, de
golpe al mediodía.
Para empezar de nuevo, con más fuerza la vida.
"Canción para un invierno. Dedicada a Teruel" (letra de Pilar Navarrete, música Joaquín Carbonell) del disco "Con la ayuda de todos", 1976 -RCA
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