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sábado, 10 de febrero de 2024

El pensamiento de Julio Andrade Cola

El pasado día 8 de febrero se cumplió el cuarto aniversario del fallecimiento de Julio Andrade Cola (1928-2020) es por ello que releo sus escritos, en especial el libro titulado “El psiquismo humano origen del Derecho" 1976, una revisión esquemática y a la vez intensa de la historia del pensamiento, en realidad un compendio personal sobre la existencia y el ser, sobre el conocimiento y la razón; donde repasa los autores que contribuyeron a edificar los tiempos que nos tocó vivir.

El psiquismo humano origen del Derecho” es una obra filosófica, entiéndase, no es la creación de una hipótesis nueva, es más bien la construcción de un puzzle que refleja una idea a la conclusión. Contrasta su lectura con la carencia absoluta de cualquier concepto filosófico en la actualidad, cuando la filosofía es la amnistía a Puigdemont, la agenda 2030 o Greta Thunberg. Por desgracia la filosofía pasó de moda, la olvidaron unos y otros, se arrinconó a meros estudios del lenguaje y del comportamiento, a la autoayuda, a la meditación, a los misterios de la antigua Grecia.

El escrito de Julio Andrade sigue siendo coherente -las ansias de conocimiento siempre son coherentes-, es obvio que no comparten ese axioma las redes mediáticas de opinión, y menos la clase dirigente, por lo general inculta y sin escrúpulos (aun sobrada de títulos universitarios) que pretende escribir el relato de lo que pasó y de lo que tenemos que pensar.

La psique, el alma, el “Ghost in the Shell”, la consciencia, la conciencia, llámese como se quiera llamar, es el origen de todos los conceptos que nos hacen humanos, entre ellos el Derecho, las leyes que rigen las sociedades de los monos sin pelo, pues sin su invento no sería posible la civilización, la humanidad se hubiera auto-extinguido en el neolítico.

Quiero destacar, por su actualidad en la política española, uno de los capítulos de la obra de Julio, el referido a “La Ilustración”, la época de Helvecio, Voltaire, Turgot, Condorcet, Montesquieu, Rousseau, cuando la palabra libertad tomó fuerza, y con ella la noción de separación de poderes, de gobierno constitucional, de soberanía de la razón, de igualdad, de tolerancia, de progreso. Ocurrió hace más de 200 años y queramos o no, aquellos hombres y sus ideas siguen influyendo en nosotros.   

En vez de leer mis toscas palabras, lee las de Julio, es el mejor homenaje a un filósofo autodidacta, a una persona excepcional que sin duda contribuyó al avance del pensamiento. Este es su legado. 


EL PSIQUISMO HUMANO ORIGEN DEL DERECHO 

(Julio Andrade Cola, 1976)

 Capitulo VII

 

L A   I L U S T R A C I O N

 Introducción

 

A mediados del siglo XVIII se inicia una corriente de pensamien­to en la que se mezclan o convergen teorías racionalistas y empíricas cuyo origen remoto es el propio Renacimiento, y cuya idea fundamental (o bandera) es la libertad. Este conjunto de teorías es conocido con el nombre de Ilustración.

La libertad había sido constreñida por la Iglesia y por el Estado que, basándose en el derecho romano, había llevado el cesarismo, o absolutismo, a sus más altas cotas.

El sentimiento de libertad que se abre paso en la sociedad, va a llevar al pensamiento desde su oposición a la doctrina de la Iglesia, hasta la lucha por la libertad del ciudadano.

La igualdad teórica que había predicado el cristianismo se va a convertir en igualdad ante el Estado.

Su filosofía se basará en las leyes de la razón, adquiridas por la experiencia, y se desplegará con una fuerza insuperable en todos los campos del pensamiento, atacando a la filosofía tradicional, que terminará arrinconada en sus últimas trincheras donde, al decir de algunos, perdió su última batalla, a despecho de algunos movimientos reaccionarios.

El derrumbamiento de las ideas que informaban el antiguo régimen hace perder privilegios a las clases sociales que los detentaban (por supuesto que su extinción no fue inmediata y en algunos lugares llegaron hasta nuestros días).

El movimiento ilustrado tuvo que soportar una propaganda adversa por parte de la clase conservadora y clerical (que también ha perdurado hasta hoy) a causa de su oposición al dogma y a los excesos del Terror, que fue considerado producto de sus teorías. Claro que el terror blanco provocado por la reacción se ocultó pudorosamente.

Pese a las críticas que se le hacen, los logros de la Ilustra­ción no han sido alcanzados por ningún otro movimiento, o revolución ideológica.

La ciencia, abandonando el temor al anatema dogmático, inicia su andadura (más que reemprenderla) basándose en la idea crítica de la razón; desplegando todo su poder en las etapas posteriores, la del maquinismo y la industrial (en la que nos encontramos).

Pero el mayor logro de este movimiento es el desarrollo de las teorías que protegen al hombre contra la arbitrariedad del poder, estableciendo prácticamente los llamados derechos del hombre que poco a poco, y con algunos retrocesos, se abren paso en el sentir general humano.

El poder absolutista se sintió amenazado en toda Europa y su reacción fue tremenda, culminando en el Congreso de Viena que trató de cortar de raíz todo el movimiento revolucionario en cualquier país del continente.

La Iglesia anatematizó los postulados de la Ilustración y se alió con los poderes absolutistas contra el movimiento liberal y creyó encontrar, como antes en Trento contra la Reforma, su definición ideológica en el concilio Vaticano I que expresó unas teorías profundamente retrógradas (quizás de las mayores de la historia de esta institución).

Pese a estas formidables fuerzas de oposición, las ideas revolucionarias habían calado tan hondo en el sentir popular que al final se impusieron en los estados modernos.

En los países protestantes las ideas de la Ilustración pudieron ser digeridas con mayor facilidad, las domeñó y les quitó la virulencia antidogmática que tenían. En los países católicos la Iglesia impuso la íntima unión de Iglesia con el Estado (la teoría de separación de Iglesia y Estado fue considerada herética). Pero a la larga y con mayores dificultades las teorías de la ilustración también se impusieron.

El movimiento tuvo su máximo exponente en Francia que con formidables filósofos y literatos llevó a cabo una ingente obra de concienciación que cristalizó en la célebre Enciclopedia; los hombres más conocidos (y polémicos) son: Helvecio, Voltaire, Turgot, Condorcet, Montesquieu, Rousseau, etc. Sin embargo, sólo estudiaremos los que consideramos más importantes para nuestro trabajo.

En este movimiento se distinguen, principalmente, dos corrientes; la representada por Montesquieu que aboga por la separación de los poderes del Estado y representación popular, y la sostenida por Rousseau basada en la soberanía inalienable de la nación.

La realización práctica de la Ilustración fue la Constitución francesa de 1. 791, que sirvió de punto de referencia a gran parte de los países que más tarde transformarían su organización absolutista, en constitucional.

 

CLAUDIO HELVECIO (1715-1771)

Mantiene (como Hobbes) que el mundo moral no es otra cosa que una manifestación del egoísmo, y una simple “física de las costumbres"; es decir, una rama de las ciencias naturales que intenta proporcionar la mayor felicidad al individuo.

Por tanto, la legislación debía contener la verdadera moral, que se encuentra en las ciencias naturales. Legislación que debía tender a que el individuo tenga más interés en cumplir las leyes que en infringirlas, por el provecho que resulta de su observancia. Si el individuo considera que es mejor la infracción de una ley que su cumplimiento, es que dicha ley no está bien hecha (por no ajustarse al interés del individuo).

Lo cual parece evidente. Si al individuo le resulta más ventajoso evadir impuestos, no hay duda que la ley que reprime ese delito no está bien hecha.

Esta ley natural, que es la de proporcionarse provecho no sólo el individuo, sino la sociedad, debe inducir al legislador a que las leyes sancionen con penas la vulneración de este interés, y con premios su cumplimiento.

 

 

CARLOS LUIS DE SECONDAT, BARON DE MONTESQUIEU (1689-1755)

Defiende la idea de que las leyes, en general, tienen como fundamento la propia naturaleza de las cosas, y son su relación.  Esta relación cuando se establece de forma conveniente entre dos cosas, es la justicia, que preside la razón. Postura inequívocamente de racionalismo empírico.

Considera que la seguridad buscada por el hombre, que él llama "tranquilidad" o "reposo", no debe estar basada en el temor, pues esto constituye el fundamento del despotismo; siendo así aunque el pueblo crea que ese sacrificio de sus libertades es beneficioso, pues un gobierno despótico mantiene a todo trance una especial tranquilidad, que Montesquieu llama "paz de las ciudades a punto de ser ocupadas por el enemigo" y que más brevemente se conoce como "la paz de los sepulcros".

Identifica a la monarquía con el privilegio y el honor (en el sentido de "honores"), por lo que de ello se deduce la jerarquía en que se articula.

La democracia es el gobierno en el que el pueblo es súbdito y monarca ejerciéndose mediante la república, cuya virtud principal es el amor a la patria, entendido como amor a la igualdad, no en sentido cristiano, sino cívico.

El gobierno aristocrático es una mezcla de los dos anteriores, porque es ejercido por una parte del pueblo, aunque la clase rectora mantiene un resto de privilegios.

Montesquieu siente gran admiración por las repúblicas de Holanda y Suiza, donde, según él, existe la libertad, que define como la posibilidad de "hacer lo que se debe querer y no hacer lo que no se debe querer".

También son ideas suyas, la del ejercicio del poder del pueblo mediante representación, y abolición de la esclavitud, precisamente en oposición a Bossuet y demás teólogos, que la aprobaban. Siendo curioso (y falaz) que en un tratado de Derecho Natural escrito por un religioso se transcribe un párrafo del "Esprit des lois" (XV. 5) para sostener que Montesquieu defendía la esclavitud, cuando es un ataque despiadado, aunque irónico, a dicha institución (Es el párrafo en el que ironiza sobre los negros que deben ser esclavos porque son chatos y feos).

En religión es tolerante.

En derecho penal reclama la dulcificación de penas y la abolición del tormento. Considera que la libertad es imposible sin la igualdad, no sólo política, sino económica, que puede alcanzarse mediante la búsqueda del término medio entre lo necesario, lo útil y lo superfluo, debiendo gravar a éste con más fuerza y quedar exento de impuesto lo útil. Rechaza la caridad como medio de socorrer a los necesitados, viejos e impedidos, cuyo cuidado debe correr a cargo del Estado y no dependa de la problemática limosna (antecedente de la seguridad social).

Podría parecer que Montesquieu acepta el Derecho Natural a causa de su definición de la justicia y la ley, así como en sus referencias a la libertad e igualdad en la lucha contra el despotismo; pero se advierte que no hace derivar las leyes de una, absoluta y general para todos, sino que la ley se deduce de las características propias de cada cosa; es intrínseca y ha de tenerse en cuenta el completo ramillete de factores que la condicionan o influyen.

Por ello el derecho de los países está determinado por su clima, extensión, riqueza, religión, formas de vida, etc., que determinan sus reglas de convivencia que, sancionadas por el pueblo, se convertirán en sus leyes.

Se opone a la esclavitud o muerte de los prisioneros de guerra; aboga por un tratamiento más humano para el delincuente, etc.

Pese a las críticas que le han sido hechas por los ortodoxos, el éxito de sus teorías políticas, admitidas en los estados democráticos lo hacen uno de los grandes de la ciencia política.

 

 

JUAN JACOBO ROUSSEAU (1712-1778)

Tuvo una gran influencia en los hechos posteriores a la revolución francesa, quizás más en lo teórico que en lo práctico.

Frente al egoísmo humano defendido por Hobbes, él sostiene la bondad natural del hombre.

Define la ciencia social como la búsqueda de una solución al problema de defender a todos los individuos, y sus bienes, sin que perezca la libertad de cada uno de ellos; esta solución cree encontrarla en el pacto o contrato social, ya que para él la voluntad es la naturaleza misma del hombre, donde une lo natural con lo convencional y es el origen y fundamento de todo contrato.

Ataca el pacto de sumisión de Hobbes, porque si en el contrato (sinónimo de trueque) uno de los contratantes lo da todo y el otro nada, no existe contrato puesto que en esa entrega iría hasta el derecho a pactar; además, resulta inadmisible enajenar los derechos individuales, especialmente el de la libertad, incluso para los descendientes, de forma irrevocable.

Defiende la cesión de derechos del individuo a la comunidad (a la que pertenece de forma activa) en la que radica toda la soberanía y el poder. Por ello, de su idea del contrato social se sigue forzosamente la inalienable soberanía de la nación; donde todos son súbditos y soberanos. Así, la cesión de derechos individuales no comporta una pérdida individual de libertad. Por todo ello no admite la representatividad popular.

Esta soberanía, concebida como voluntad general e indivisible, no impide que el gobierno pueda ser repartido en sus funciones para evitar la tiranía.

La voluntad general no es otra cosa que la ley, obtenida a través de la consulta a los ciudadanos en la que se aprueban las condiciones de la asociación civil. Llamando "decreto" a lo que ordena el soberano (nación)sobre un objeto particular.

La ley tiene como fin el mayor bien común; que en general se reduce a mantener la libertad y la igualdad, que no es puramente religiosa, sino la ciudadana y económica. Advierte, que de los opulentos salen los tiranos, como de los miserables los anarquistas, o los que venden su libertad.

Se opone a la reprensatividad porque la soberanía no puede ser enajenada ni representada; haciendo notar, que los ingleses, una vez que han votado a sus representantes, se convierten en esclavos de su parlamento.

Apoya la teoría de la separación de la Iglesia y el Estado, aunque éste puede, y debe, mantener una religión natural y cívica para todos los ciudadanos, a la que nadie es obligado a creer, pero el Estado puede expulsar de su seno al que no admita; no por descreído, sino por insociable. El que la admita y luego no la cumpla cometería el delito de haber mentido ante la ley, y puede ser condenado a muerte.

Las teorías de Rousseau fueron consideradas muy peligrosas por las clases que habían detentado el poder y la riqueza. En consecuencia, fueron combatidas con verdadera saña hasta nuestros días; sin embargo, la sociedad las adoptó, y se han traducido en forma de declaraciones constitucionales.

Los puntos débiles de las teorías de Rousseau, a nuestro juicio, se encuentran en la innegable enajenación de la libertad individual (pese a su razonamiento), la obligación de someterse a la religión del Estado o tener que abandonar la comunidad, la supuesta literalidad del contrato social, y la supuesta bondad que atribuye a los pueblos salvajes.

Respecto de la primera teoría, diremos que pese a ligarla a la soberanía popular, inalienable y no representativa, no puede dudarse de que enajena la libertad individual de una forma grave; en especial si la relacionamos con la segunda, la que impone una religión del Estado, origen de la idea de unidad religiosa estatal que ha propiciado la expulsión de moriscos, judíos, o seguidores de otras sectas.

De la literalidad del contrato social, el propio Rousseau nunca intentó que fuera considerado dicho contrato como un hecho histórico, ocurrido en un momento determinado.

De la supuesta bondad de los pueblos salvajes, hablaremos más tarde.

La ortodoxia ha rechazado las teorías de Rousseau en función de "ser falsas en su fundamento porque la libertad humana no es ilimitada; porque no existe la igualdad natural, ni los derechos naturales. Contradictoria, porque cede completamente los derechos individuales. Y desastrosa, porque la soberanía popular puede degenerar en anarquía o despotismo".

Críticas que han quedado obsoletas, en especial desde el Concilio Vaticano II. Por otra parte, la posibilidad de que las teorías de nuestro filósofo lleven al despotismo o la anarquía se contradicen con la realidad, ya que en los países en que han predominado los seguidores de la ortodoxia es donde se ha dado el despotismo y la tiranía, mientras que los que han acogido sus teorías en sus constituciones son los que se mantienen dentro de la democracia.

También es un lugar común achacar a estas teorías los excesos de la revolución francesa; pero sería lo mismo que achacar a Cristo lo excesos de la Inquisición, el Ku-klux-klan, los guerrilleros de Cristo, o cualquiera de los terrores blancos.

Volviendo a su teoría sobre la bondad natural del hombre, diremos que es de una extremada ingenuidad. La creencia en dicha bondad, expresada gráficamente con la utopía del buen salvaje, que tanto ha proliferado en la literatura, no está de acuerdo con la realidad, pues siendo cierto que entre algunos pueblos salvajes se dan rasgos o actitudes que nosotros tenemos por bondad, es bien cierto que en dichos pueblos predomina la ferocidad y la crueldad. Algunos dicen que los salvajes actúan sin malicia, pero dicha idea no se sostiene, puesto que los individuos de dichas comunidades también transgreden sus propias leyes con la misma malicia que los civilizados.

Respecto a la felicidad del salvaje e infelicidad del civilizado, tenemos que convenir que es un tópico no creído ni por los que lo formulan, ya que muy pocos hombres civilizados cambiarían las comodidades de su vida por la durísima de un pigmeo, jíbaro o bantú; sin embargo, cualquier individuo de estos y otros pueblos siempre están dispuestos a abandonar su vida por la civilizada, pese a sus problemas de adaptación, o conseguir al menos, alguna de sus ventajas. Es indudable que muriendo de hambre en Eritrea o el Sahel y padeciendo toda clase de enfermedades, que acortan su vida, no se puede considerar una existencia feliz.

En cuanto a la forma de tomar decisiones legislativas, la que propugna sólo se puede llevar a cabo en pequeñas comunidades y en temas de poca complicación, máxime si se tiene en cuenta que no admite la delegación del voto.

Su opinión de que la voluntad es el centro de la naturaleza humana, quizás hoy no se pueda considerar exacta al considerar que las fuerzas psíquicas son las que forman las tendencias irreprimibles hacia una u otra acción. Pero si se llama voluntad a esta tendencia ya formada, sí puede considerarse base y fundamento del contrato, tanto en su modalidad política como civil.

Resalta la distinción entre Estado y gobierno, que hasta entonces se había identificado plenamente en la persona del rey (l`Etat c`est moi), distinción que a muchos no parece aún clara, e identifican Estado con gobierno y con patria e incluso en algunos casos con partido político.

Se puede decir que acepta al Derecho Natural (cruzada hacia el naturalismo), pero este derecho no es el de la escuela ortodoxa, pues admite que toda justicia viene de Dios y que sólo Él es su fuente, pero, añade, que no sabemos recibirla directamente; pues si así fuera sobraría todo gobierno y toda legislación. Al quedar cegada la vía de comunicación es preciso suplirla con otra que es el contrato social.

Se nos ocurre que, si Dios ha hecho al hombre y a la ley, no puede quedar cegada la vía de comunicación entre ambos so pena de considerar que Dios no es lo suficiente inteligente para conseguirla. Si un técnico construye emisores y receptores, pero no consigue ponerlos en sintonía, sería por falta de conocimientos apropiados; lo que trasladado a Dios sería una imperfección incompatible con sus atributos.

 

 

 





martes, 8 de febrero de 2022

Julio Andrade Cola nos dejó hace dos años.

 Escueto tributo biográfico a un pensador.

A lo largo de su vida, fue militar, abogado, escritor, padre, abuelo y para mí: maestro y amigo. Bien pudo ser integrante de la escuela de Atenas, del humanismo o de las luces del conocimiento y la razón; sin embargo, nació en un siglo de guerras e ideologías, cuando la filosofía entraba en declive y pareciera que todas las respuestas las daría la ciencia.

Julio nació en Granada, el 4 de octubre de 1928, es de la generación de los niños en la Guerra Civil, y ese dato circunstancial, no es cosa baladí, pues vivió la tragedia con la naturalidad infantil que ve lo que ocurre porque toca ocurrir, y así me lo contó; recordando escuchar el “Himno de Riego” en la radio que emitía a favor de la sublevación, conociendo los avatares del frente por su padre, jugando por las calles de Granada con su pandilla, leyendo una y otra vez a Salgari y a Galdós. Tras la guerra, su padre fue trasladado a Zaragoza y él ingresa de adolescente en la Academia General Militar de Zaragoza.

Sirvió en el III Tercio don Juan de Austria de la Legión española en Larache y el Rif de Marruecos cuando era Protectorado español. Posteriormente, desde enero de 1954 hasta septiembre de 1956, fue destinado a la Mehal-la del Rif nº 5 del Ejército de África. Acontecimientos que narra en El ejército por dentro (1990) años indelebles en sus recuerdos y no exentos de peligro. Estuvo en primera línea cuando Marruecos se independiza en 1956 de Francia y España. Los historiadores califican el conflicto como La Guerra Oculta.

Entretejido con aquellos avatares, contrajo matrimonio con Ede Silvia García Borraz en 1954, natural de Gelsa de Ebro –Zaragoza- De familia comerciante, su padre fue alcalde de Gelsa en 1940-41. Con Ede tuvieron siete hijos. Tras el regreso a la península, comienza el periplo de mudanzas y ascensos inherente al oficio de militar. 

Marchó con la familia a Barcelona, donde estudió Derecho y obtuvo la licenciatura en su Universidad, a la vez ejercía el pluriempleo propio de la situación económica del momento, enseñó francés y fue profesor en una academia para el ingreso en la Academia General Militar, también escribió guiones sin firmar para los tebeos de la editorial Toutain de Barcelona. Volvieron a Zaragoza y tras cuatro años se trasladan a Salamanca, ciudad que le marcó y donde preparó el doctorado de Derecho que no llego a presentar; tras seis años, es destinado a Orense de Comandante, y dos años después, retornan al comienzo, a Zaragoza, una vez allí, es ascendido a Teniente Coronel y le destinan a Burgos, donde pide la Reserva Activa, y más tarde es “de alguna forma” forzado a jubilarse con el grado de Coronel de Infantería.  

Ejerció como letrado militar y de abogado en Zaragoza (declinando cobrar en numerosas ocasiones)Leedor impenitente e independiente desde la infancia, de memoria wikipedética, recuerdo que los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, tras 80 años de haberlos leído, los narraba completos y al detalle. Esa memoria prodigiosa le servía para relatar incontables vicisitudes de su vida, especialmente las que soportó en Marruecos, y con una precisión minuciosa, enhebrándolos de manera coherente y acertada con la actualidad.


En el ejército (el ejército de Franco) asumió la responsabilidad del deber, y sé que intentó obrar según su ética y conciencia, dentro de la disciplina militar de una dictadura en absoluto propicia a las disidencias y al libre pensamiento. Julio no fue un militar más en el engranaje del tiempo que le tocó vivir, raro era que los mandos tuvieran estudios fuera de la carrera militar y menos con un discurso filosófico, no tuvo que ser fácil, además, sin ejercer la hipocresía y teniendo opinión. En Salamanca, estuvo muy relacionado con los fundadores de la organización militar clandestina: Unión Militar Democrática (UMD), aunque no fue integrante por discrepancias de pensamiento.
 
Escucharle era para mí aprender, desde los filósofos griegos hasta Camus u Ortega, también el debate en la ciencia, con Sagan, Dawkins o Penrose como nuevas respuestas. 
Su legado es su recuerdo en nosotros y, todavía más importante para él, su obra escrita, su contribución en el camino del saber humano, que esa y no otra es la pretensión, que nuestra visión del mundo perdure en los demás y siempre empuje hacia delante. De todo eso, doy fe que lo logró.
Como escritor, en mi apreciar, subrayaría entre sus textos a El psiquismo humano origen del derecho (1976, corregido e impreso en Zaragoza, 1990) Un resumen de la historia de la filosofía del derecho, un libro de cabecera para cualquiera que desee conocer a los padres del pensamiento humano de forma concisa.
El ejército por dentro (1990, reeditado por Cristina y Juan Carlos en Madrid, 2010) Autobiografía, donde narra su infancia y los hechos que vivió al ser destinado al Protectorado de Marruecos, fundamental para conocer una parte oculta de la historia de España.
Apuntes para una filosofía de la guerra (1991) Una profunda reflexión sobre las causas de las guerras y los cambios que se han producido a lo largo de la Historia.
Cartas (1972-1991) Recolección de cartas de los años 70 a 90, la mayoría a su querido amigo el “cura B”, y también a hijos y nietos.
Humo y Soliloquios (1993) Una recopilación de sus escritos de los años 50 y 70, también conferencias y cartas al “cura B”, y también a sus hijos y nietos.
La Tentación de Pensar (1996) Una colección de escritos, desde el sexo hasta la religión, pasando por don Bernardo. “Un andar errático por los campos del pensamiento”, escribió.
Pasos Errantes (1997) Después de un comienzo –a modo de esos prólogos que detestaba- sobre la literatura y el pueblo, nos presenta cuatro de sus relatos “africanistas”, uno de ellos “LA MUERTE DEL LEGIONARIO”, reproducido anteriormente en este blog.
Gente (1999) Unos preciosos relatos sobre personajes corrientes de la Historia, desde el señor Carracuca, hasta Augusto Plator, Herminio o Hermógenes.
Postrimerías (2001) Una serie de relatos que, desde la fábula, el esperpento, y hasta el surrealismo, bordean el pensamiento de la existencia y la muerte.
Apuntes para una filosofía de la guerra (1991) Una profunda reflexión sobre las causas de las guerras y los cambios que se han producido a lo largo de la Historia.
Cartas (1972-1991) Recolección de cartas de los años 70 a 90, la mayoría a su querido amigo el “cura B”, y también a hijos y nietos.
Humo y Soliloquios (1993) Una recopilación de sus escritos de los años 50 y 70, también conferencias y cartas al “cura B”, y también a sus hijos y nietos.
La Tentación de Pensar (1996) Una colección de escritos, desde el sexo hasta la religión, pasando por don Bernardo. “Un andar errático por los campos del pensamiento”, escribió.
Mis Dudas (2003) Son cinco artículos sobre la transcendencia, donde examina el Poder, las interpretaciones de Freud, la religión, el amor, y la propia existencia.
Reflexiones (2005) Un posicionamiento personal sobre diversos temas, desde la ciencia hasta la Generación del 98, o las reflexiones de Don Quijote y Sancho.
Neura (2009) Uno de sus mejores libros, “…tan pronto se ha resuelto un problema, aparece otro…” y Dyson, Atkin, Fibonacci, Penrose, Platón, Gödel, Crick, Kronecker, Kant… “Pero la realidad es que las matemáticas son una invención de la especie humana”
Disparates Lógicos (2014) Su última obra impresa fue un ensayo sobre sus hipótesis, incidiendo en los temas que siempre le inquietaron, y a la vez buscando una explicación optimista a través de sus lecturas.
Nos dejó en Tres Cantos –Madrid- el 8 de febrero de 2020, a los 92 años, según su deseo fue incinerado con el hábito de los frailes Capuchinos de San Antonio de Zaragoza, con su gorro de la Legión, una pipa y su bastón.
Hasta la vista amigo, siempre estaré en deuda contigo.


El ejército por dentro (1990) Capítulo III, pág.149-150

“Es verdad, que los vicios de los legionarios formaban parte de la propia vida de la Legión (la gente normal no iba allí), por ser un refugio de desesperados o desgraciados, pero yo esperaba otra cosa cuando fui al Tercio. Creía que se podía mantener la gloriosa tradición de la Legión, pero adaptándola a los tiempos modernos, como había hecho la francesa, que la había convertido en una Unidad de combate moderna. La tradición no podía convertirse en una cáscara vacía de contenido. Había que hacer lo que dicen los ingleses: "Es preciso beber el vino nuevo en odres viejos". En cuanto a experiencia, o huella, que la Legión dejó en mí, creo que ha sido mucho más de lo que entonces creía. En primer lugar, adquirí una cierta "postura" (teatral), muy apta para ejercer el mando. El conocimiento de ese submundo situado en los límites de la credibilidad, para los burgueses de la clase media (perdón por la etiqueta) y me interesé por los problemas sociales y las teorías de Freud. Conocí, que mi categoría militar no era más que un accidente de la vida (legal), y que cualquier subordinado podía valer personalmente más que yo, por lo que mi prerrogativa jurisdiccional me permitía sancionar, pero no vejar, ni faltar el respeto, al subordinado. Me dio el sentido de la lealtad, independientemente de que el jefe me cayera simpático o no; y el valor para contradecirlo, cuando mi conciencia me lo dictara, sin temer las consecuencias. También abandoné el concepto de compañero como sinónimo de amigo. Pues he considerado que el compañerismo se da por el simple hecho de pertenecer a la colectividad militar, se pertenezca o no a la misma promoción, sea de una u otra procedencia, incluso, se tenga antipatía o simpatía. Como se ve, adquirí buen bagaje para mi vida militar y civil. Y, por último, añadiré la última experiencia. Cuando iba a marchar a mi nuevo destino, pedí al capitán encargado de la compañía de transeúntes de Larache, que me prestara un carro, para llevar mi baúl desde la residencia hasta el autobús. Me contestó, que yo no pertenecía ya al Tercio y no me lo dejaba. Desde entonces cuando me he marchado de un sitio no he vuelto más. Siempre que he partido ha sido sin volver la vista atrás.”


El ejército por dentro (1990) Capítulo IV, pág. 222

“Añadiré, que mi falta de fe en el mando alcanzaba al propio Jefe del Estado, al que había visto meter la pata hasta el fondo. En cuanto al aspecto del colonialismo diré, que Marruecos le costaba dinero a España; es decir, de allí no se sacaba ningún beneficio. Al contrario, los productos españoles que se vendían allí estaban más baratos que en la península (un librito de papel de fumar llevado allí por Tabacalera, costaba la mitad de precio que en España) y cuando, por causa de sequía, la gente del Protectorado sufría escasez de alimentos, inmediatamente se enviaban camiones cargados con cebada para el pan y otros productos de primera necesidad, que se repartían en las kabilas. También se llevaban a cabo trabajos de abrir pistas (que no servían para ir a ningún sitio), con objeto de pagar jornales. Me imagino que algo así es lo que ahora se llama "trabajo comunitario". Siempre se ha dicho que los países europeos sacaban los productos de las colonias, especialmente alimentos. Pero al ser libres se mueren de hambre. Nunca, en tiempos de colonialismo, pasaron hambre los nativos de las colonias, como ocurre hoy en todos ellos. Y, por supuesto, los derechos humanos eran más respetados bajo administración inglesa o francesa que bajo sus propios y actuales líderes. No cabe pensar en un Idi Amín, Bokasa, etc. en aquella época. En cuanto a nuestra gente del Rif, al poco tiempo de la independencia, lo pasaron tan mal que se sublevaron y fueron masacrados por tropas enviadas desde el Sur. Pidieron armas a los oficiales españoles, pero nuestro Gobierno no autorizó la entrega.”

 

domingo, 30 de enero de 2022

Julio Andrade Cola se nos fue.

El 8 de febrero de 2020, Julio nos dejó, y ante ese cercano aniversario y como anticipo a un post biográfico posterior, qué mejor tributo que su obra.  

En el año 2003, escribió MIS DUDAS, cinco artículos de unas 20 o 30 páginas sobre la transcendencia, desde una profunda reflexión sobre el Poder, pasando por Edipo, el Politeísmo-Monoteísmo, y el Amor. El cuarto capítulo lo tituló: Esencia y Existencia, y es para mí una meditación impecable y digna de interés, por ello la reproduzco aquí; que leyendo al escritor, permanecerá vivo para siempre. 


E S E N C I A

 I

Voy a tratar un tema arduo, al que los hombres, especialmente filósofos y teólogos, han dedicado muchas horas de estudio, y han proclamado bastantes teorías al respecto, sin embargo, creo que si alguien hubiera llegado al descubrimiento de la verdadera esencia, sería como haber encontrado a Dios y haberlo definido; casi se podría decir, que había llegado a ser el mismo Dios. Como en aquel artículo de la "Codorniz" (creo que de Pitigrilli) en el que un sabio (no filósofo, ni teólogo) encuentra una forma matemática en la que descubría a Dios. Perplejo y asustado, repasaba una y otra vez desde el principio sus cálculos y transformaciones y..., no había duda: allí estaba Dios.

Cuando, abrumado, meditaba sobre la dichosa fórmula, oyó una voz que le decía: "Bueno, por fin me has encontrado, ahora escóndete tú que yo te buscaré".

El cuento nos insinúa la idea que mantengo de que la esencia general y absoluta representaría el principio de todo, como un Big Bang anterior al que originó el principio del universo y, en definitiva, de lo que las religiones llaman Dios, y los no religiosos, principio inicial y fundamental de todo lo que existe.

Otra deducción es que, no sé si intencionadamente o no, el descubrimiento de Dios no lo hace un teólogo ni un filósofo, sino un científico, y que dicho descubrimiento no se realiza (o basa) por especulaciones, sino mediante una fórmula matemática.

La verdad es, que a lo largo de la historia del pensamiento humano, para explicar los fenómenos (cosas y actos) que rodean al hombre, sin comprender su significado, ni sus causas, ni sus efectos, ni su sentido, se han tomado los conocimientos de cada época como base de partida para luego llevar a cabo las especulaciones pertinentes, por ejemplo: Si vemos salir el Sol todos los días aproximadamente por el mismo sitio y recorrer un trayecto determinado, el hombre supone, que el astro se mueve siguiendo dicha trayectoria y, en consecuencia, dando por buena esa experiencia, especula sobre ella. Al conocerse (por medio de la ciencia) que es la Tierra, y no el Sol, quien se mueve, la especulación varía en función del nuevo conocimiento.

Esta regla, sin embargo, no rige para la teología, que primero ataca los resultados de la ciencia y luego hace caso omiso de ella, pues como se ve, después de conocer el Big Bang, la existencia de los dinosaurios, o las teorías de Darwin, se mantienen en toda su extensión las explicaciones bíblicas sobre la creación.

Los científicos, han sido los que una y otra vez han ido mostrando los errores de las especulaciones filosóficas y religiosas, pero sin embargo muy pocas veces han elaborado unas teorías relacionadas con sus descubrimientos. Seguramente, porque son conscientes de que van avanzando, pero como no han llegado al final del camino, se abstienen de hacer juicios sobre principios inmutables, cosa que no empacha ni a teólogos, ni a muchos filósofos.

Después de estos párrafos, se podría decir que la filosofía debe ser desechada, y sin embargo por mi parte, creo que cumple una función necesaria (al menos muy importante), ya que el hombre no se conforma con ver los fenómenos que le rodean y encogerse de hombros, sino que le intrigan y tiene necesidad de darles una explicación lo más lógica posible (aunque sea subjetiva). Explicación que le resulta indispensable para situarse en el entorno que vive, pues esas convicciones son la base de su propia vida, tanto en el orden de comprensión sobre lo que le rodea y su sentido, como su propio orden moral, dentro de la cultura en que se desenvuelve. Y no importa que más tarde (cuando quizás ,el ya no exista) los presupuestos varíen.

Es interesante a este respecto recordar, cómo en la niñez, cuando no se conocen las cosas, no por eso dejan los niños de darles explicación; y en algunos programas televisivos eran sorprendentes las que los niños daban a determinadas preguntas. Yo recuerdo alguna de mi niñez, como la de que un día, que jugaba con otro chico en casa de mi abuela, nos dimos cuenta de que en un cuadro que debía representar a la Virgen, ésta, en cualquier punto de la habitación que estuviéramos, parecía mirarnos. Sin saber nada de que cuando se hace un retrato mirando a la cámara (en este caso al pintor), los ojos siempre miran al que lo contempla, lo atribuimos a un milagro, y que nos vigilaba para que no hiciéramos travesuras.

Pero si varían durante la propia vida, se da el caso de muchas personas que se obstinan en mantener los presupuestos del pasado, porque destruir "el templo" no es difícil; lo verdaderamente difícil es "reconstruirlo en tres días".

Volviendo al tema de la filosofía, es obvio que no debe especular sin base científica, y aunque no pueda el filósofo ser un científico, sí debe tener conocimiento de los avances que la ciencia aporta para construir sus teorías, y una vez que se producen ver cómo queda el pensamiento, pues es innegable que el pensamiento humano antes de Galileo (o Darwin) no puede ser el mismo que después de ellos.

Lo ideal sería que se diera en la misma persona las dos características, pero eso es raro y cuando, por su parte, los científicos han especulado sobre filosofía, sus conclusiones no han sido nada brillantes: Recuerdo haber leído en un libro sobre las partículas pequeñas y la escuela de Copenhague, que el autor, al terminar, hacía una reflexión sobre lo explicado, manifestando que en dicha constitución de la materia nos encontrábamos con las teorías de Platón, porque el mundo que nuestros sentidos nos muestra no es real según la ciencia.

Respecto las religiones, que hablan de la esencia divina como si la conocieran (En la comunión Dios está en esencia y presencia y creo que en potencia) de toda la vida, su misión más que averiguar estos problemas, es darlos por resueltos con objeto de influir en la moral general de sus fieles y en dar esperanza y consuelo, en especial por el problema de la muerte.

Y todo esto que digo, tiene el único objeto de advertir al posible lector de este escrito, que no voy a pretender que sea yo el que diga la última palabra sobre la esencia, cuando mentes muy por encima de la mía no lo han conseguido, y que sólo pretendo hacer unas reflexiones que den respuesta a mis propias preguntas. Preguntas y respuestas, que tal vez no coincidan con quien las lea, lo que en el fondo me parece muy bien. Además, que si por un azar diera con la fórmula de la substancia (Dios), no me agradaría tener que buscar ningún escondite.

  II

Y una vez declarada mi intención al escribir sobre este tema, como siempre, al primer sitio que acudo para concretar o definir algo es a mi diccionario y en él encuentro lo siguiente:

Esencia: Naturaleza de las cosas.

2.- Lo permanente e invariable en ellas: lo que el ser es.

A continuación busco la palabra "Esencial" y dice:

Perteneciente a la esencia:

2.- Substancial, principal, notable.

Y después, precisamente porque en muchos escritos se usan de forma indistinta esencia y substancia, busco esta última palabra, "Substancia" y explica:

3.- Ser, esencia, naturaleza de las cosas.

8.- Fil. Entidad a la que por su naturaleza compete existir en sí y no en otra por inherencia.

Inherencia es: Unión de cosas inseparables por su naturaleza o que sólo se pueden separar mentalmente y por abstracción.

2.- Fil. El modo de existir los accidentes, o sea, no en sí, sino en la substancia que modifican.

De las definiciones, efectivamente, se aprecia que las palabras esencia, substancia y, en cierta medida, substancial, expresan el mismo concepto, o muy similar. Sin embargo, para mí, dichas palabras tienen un significado distinto, según el contexto en que se pronuncien (quizá, más que significado, sea distinto el matiz).

En el mundo de la ciencia es más lógico que se emplee la palabra substancia, como composición de una materia determinada, que en sus últimas consecuencias, según la teoría atómica y la de las partículas pequeñas, parece, por lo que se conoce en nuestros días, que toda la materia está formada por la misma substancia, ya que la diferenciación se produce por el número de electrones y órbitas que contiene el átomo; pero los electrones, protones y demás partículas, son iguales en todos. La combinación de átomos da lugar a las moléculas que son las que, para el ojo humano, produce la variedad que puebla nuestro universo.

El hecho de que sólo exista una substancia, podía llevarnos al panteísmo, en el aspecto no de que todo es Dios, sino que todo participa de la substancia divina. Pero los científicos no hacen juicios al respecto.

La palabra esencial parece que tenga una connotación más vulgar, en el sentido de utilidad, a cuyo respecto no me resisto a incluir un chiste viejo como yo (La filosofía no tiene que estar reñida con el humor, ni tiene que haber crímenes por si Aristóteles escribió una comedia o no, como en la novela de Umberto Eco).

En una posición defendida por mejicanos frente a una horda de indios apaches, el coronel, viéndose en muy grave situación, llama al soldado Pérez y se entabla el siguiente diálogo:

Soldado Pérez, tome un caballo y vaya a pedir refuerzos

Mi coronel, nos hemos quedado sin caballos..

Pues coja un mulo o un burro..

Tampoco tenemos, porque nos comimos el último ayer..

 ¡Pues monte en su puta madre y vaya!

 ¡En la suya mi coronel!

Es igual; la que más corra.

Evidentemente, en este caso lo esencial era ir a toda velocidad a pedir refuerzos, siendo indiferente que la substancia fuera un caballo, un mulo, un burro, la madre de Pérez o la del coronel.

Para la gente, cuando va a beber, lo esencial es que el vaso no se derrame y que se pueda beber en él sin problemas. No siendo esencial que la substancia del vaso sea de barro, de vidrio o de latón.

En cuanto a la palabra esencia, es de uso más común entre filósofos y teólogos y en ella se incluye no sólo la substancia o materia (en teología casi nunca se refiere a materia) sino a causas primeras y espirituales.

En filosofía el enigma de la esencia se puede decir, que empieza con Aristóteles (Aunque Demócrito, de la escuela atomística de Abdera, ya había hablado de la substancia formada de partículas  -átomos-, igual para toda la materia), que le va a dar su impronta y que durará hasta nuestros días.

Sin entrar en un estudio exhaustivo sobre las teorías de Aristóteles, sí es preciso hacer algunas observaciones al respecto: Para nuestro filósofo, en todo ser se da la substancia (Ousía), esencia de cada ente individual, subsistente en sí misma, y la forma o accidente. Después clasifica las substancias en primera (fundamento de los accidentes) y segunda, que designa a las especies. También puede ser corruptible y eterna.

Considera: que la esencia de la materia es el movimiento; la del deseo, el alma; la de ésta, es el pensamiento, y la del pensamiento, es el pensamiento en sí.

Como se ve de lo expuesto tan esquemáticamente, Aristóteles parece tener (al menos así me lo parece) una idea múltiple de la esencia y habría que preguntarse, cómo hubiera enfocado este concepto si hubiera conocido el estado actual de la ciencia, que tiende a considerar que la substancia de todos los seres tiene como base la misma constitución, o los mismos elementos primarios, aunque agrupados de diversas formas.

También deduzco que el filósofo no se queda satisfecho con la simple adjudicación de la esencia a los elementos que componen los entes, sino que hace intervenir a la forma (accidente derivado de la substancia y el movimiento) para individualizar a dichos entes.

Por mi parte creo, que la palabra esencia tiene un sentido más amplio que el de la composición más simple de los entes, porque además de su utilidad, cada cosa, no sólo es, sino que sirve para algo, bien sea para su uso, o formando parte de un paisaje para darle belleza o fealdad al conjunto, lo que significa que las cosas, junto con su substancia, su utilidad y su ubicación, tienen un (podríamos llamarlo) aura que influye en lo que les rodea. Y el conjunto de todas estas cosas es lo que yo llamaría esencia.

Después de emplear la palabra aura, quiero hacer una precisión, porque quizá pudiera dar lugar a confusión sobre el significado que le doy. No se trata de esa irradación luminosa que rodea a ciertos seres, ni de ese concepto muy empleado por aquellos que profesan teorías más o menos teosofas o esotéricas de origen oriental, ni quiero darle ninguna dimensión espiritual (aunque para algunos pudiera tenerla).

Pudiera remitirme a causas físicas, tales como el concepto de campo gravitatorio que todos los cuerpos ejercen según su masa sobre lo que le rodea, y a este fin es conocido el hecho de que en astrofísica se considera que todos los cuerpos producen en el espacio (y en el tiempo) una depresión, que cuando llega a ser muy grande, como en el colapso de determinadas estrellas, se produce la singularidad llamada agujero negro. Pero aún siendo esto de importancia capital en la influencia de los cuerpos, y corriendo el riesgo de ser tratado de confuso e indeterminado, creo, que además de todo ello, hay algo más, aún no descubierto, que es más sutil respecto de esta influencia, y me refiero, por ejemplo, al concepto de belleza, que me costaría mucho poder incluir en alguna de estas influencias.

Un científico decía que una puesta de Sol no se puede explicar sólo como una cuestión de átomos y partículas. Por cierto que también decía que a Dios no se le podía encontrara en una fórmula matemática.

En un libro que creo se titulaba "Cómo mirar a un cuadro" venían juntas una pintura de un paisaje y una fotografía del mismo. La pintura representaba fielmente el paisaje, excepto por un árbol que el artista había incluido en el cuadro y que en la realidad no existía; sin embargo, aquel árbol le daba unidad al cuadro y mejor comprensión del paisaje que su realidad.

Es decir, la influencia del árbol (para el artista) en el paisaje era necesaria y cumplía su misión. Entonces me pregunto: ¿Qué clase de influencia es la que ejercía en el entorno dicho árbol?; pero la ejercía. Y no era física, ni tal vez espiritual, a menos que la belleza, o el orden de la composición sean de esta clase.

A esta influencia difusa e indeterminada, es a lo que llamo aura.

Por esto es por lo que los científicos sólo encuentran substancia, pero no esencia, y los filósofos que no analizan la substancia (sólo especulan) tampoco la encuentran.


 III

La existencia se ha contrapuesto a la esencia, en especial desde la aparición del movimiento llamado existencialismo. Y digo movimiento en vez de teoría filosófica, porque los seguidores de él mantienen variados planteamientos y porque abominan de ser considerados como componentes de una escuela. Cosa que iría contra su propio pensamiento en el que rechazan toda sistematización y se basan (entre otras cosas) en el juicio y experiencia individual (subjetivismo) para encarar los fenómenos que suceden a su alrededor.

La definición de existencia es:

Acto de existir.

2.- Vida del hombre.

3.- Fil. por oposición a esencia, la realidad concreta de un ente cualquiera. En el léxico del existencialismo, por antonomasia, la existencia del hombre. Y aún más, modo de ser el hombre en el mundo.

Por mi parte quiero decir que no veo oposición de ninguna clase entre esencia y existencia, ya que si no hay esencia, no hay absolutamente nada, por supuesto, ni existencia. ¿Cómo va a existir algo sin la base de su propia esencia?.

En segundo lugar, porque circunscribir la existencia a la realidad del hombre me parece poco serio, pues ¿Qué hacemos del resto de las cosas y fenómenos que nos rodean y que de una u otra forma nos afectan? ¿No existen?. Si un existencialista tropieza con una piedra, es seguro que, el daño recibido, le hará pensar que la piedra existe.

Otra cosa es que, sin rechazar la existencia, se planteen otros problemas importantes con relación al hombre, como lo inexplicable de dicha existencia, de la que desconocemos (al menos hoy) su objeto, aunque las religiones nos la explican en función de la existencia de Dios, que después de una eternidad y de haber hecho un inmenso universo lleno de cosas, se aburre y necesita alguien (primero los ángeles y luego el hombre) para que le acompañen y le prodiguen alabanzas. Sin explicar la necesidad que tiene Dios de que lo jaleen para su autoestima. Además, que dichos entes luego le crean problemas de rebeldía

También es cierto que, aún cuando se vaya (por medio de la ciencia) conociendo más de la substancia (pero no la esencia) el hombre se desinterese de ella, y se concentre en su propia existencia, basando el conocimiento de la realidad sobre la experiencia de la propia existencia, escapando de la abstracción de las supuestas verdades objetivas, que no conocemos.

Y es verdad que, hasta cierto punto, cuando un hombre habla de un tema y emplea una serie de palabras, no puede estar seguro de que quien le escucha le esté dando el mismo sentido o la misma intensidad, que él siente.; por ejemplo: si yo empleo la palabra amor, no puedo asegurar que mi experiencia del mismo es igual a la de mi oyente, y él interpretará dicha palabra (o sentimiento que expresa) según sus propias experiencias, que tal vez, no sean las mismas que las que yo he tenido.

En cuanto al enunciado existencialista, de que el hombre no tiene esencia prefijada, tal vez sea cierto; pues no hace mucho, leí unos libros sobre el funcionamiento y constitución del cerebro (creo que se llamaban "La búsqueda científica del alma", "El error de Descartes" y "Las puertas de la sabiduría") escritos por destacados científicos del ramo, que manifestaban, que cada persona se hace el cerebro a sí mismo, pues un individuo que desde su niñez se dedica a estudiar, por ejemplo, matemáticas, configura sus conexiones cerebrales poco a poco en la comprensión de dicha materia, como otros en otras, y que es difícil reconvertir el cerebro una vez preformado por uno mismo; pero es indudable, que el subjetivismo se da dentro de cada especie, es decir con toda la singularidad de un sujeto (cultura, edad, raza, conocimientos, etc) siempre estará incluido en su especie humana (esencia de especie) y no llegará a ser de la especie cebra.

Y por último es preciso hacer referencia a la fenomenología de Husserl (único lazo de unión entre los teóricos del existencialismo) que trata de la descripción y clasificación de los fenómenos, basándose en la descripción de la estructura formal  de dichos fenómenos, vivencias o esencias materiales, de acuerdo con los datos inmediatos de la conciencia, es decir, mediante la intuición originaria (¿Innatismo?). De tal forma que no hay más datos válidos que aquellos que cada uno, desde su experiencia y psicología, elabora en su cerebro respecto del mundo que le rodea.

Y establece como dos campos de leyes, uno que se referiría al del mundo sensible basado en leyes lógicas (a priori), y otro en el psicológico, basados en las leyes de la probabilidad.

Aunque se atribuye el origen del existencialismo a un gran número de filósofos, en realidad se puede decir que este movimiento arranca de Kierkegaard (aunque éste no sea realmente existencialista) e influye en muchos posteriores (entre otros en Unamuno), pero el verdadero movimiento empieza tras la segunda guerra mundial, como una reacción virulenta e individualista contra la masificación llevada a cabo por los regímenes totalitarios y superpoder del estado, que había calado en la praxis política, derivada de las teorías de Hegel, en las que el individuo no es nada y el estado lo es todo (por cierto que en algún sitio he visto que se considera a Hegel, en cierta forma existencialista).

Pese a la inclusión en este movimiento de muchos filósofos, los que le dan su impronta (con bastantes divergencias entre ellos) son Sartre, Jasper, Heidegger, Marcel (éste católico), Bergson, Abbagnano, etc., y escritores como Camus, Dostoievski, Kafka, Nietsche, Malraux, etc.

Como ya se ha visto a lo largo de lo hasta  aquí expuesto, el existencialismo pone el dedo en la llaga de muchos problemas, pero hay que reconocer que no sólo no los soluciona, sino que incluso llega a ser contradictorio consigo mismo, ya que es indudable que si no hay substancia, y con ella esencia, no hay absolutamente nada, por supuesto ni existencia. Otra cosa es que nos interese o no saber lo que es la esencia y que nos despreocupemos de ella, cosa que el hombre no es capaz, pues cuando no conoce una cosa, procura explicársela a su manera. Lo segundo es, que precisamente, abominando de la esencia, el existencialismo se preocupa de la existencia del hombre, pero el hombre tiene una esencia que lo distingue de los demás seres y por ello, está implícitamente acotando su esencia diferencial (en ciencia esta diferenciación vendría dada por su código genético, que lo hace distinto a otros seres). Pues algo hay, incluso para un existencialista, que sabe distinguir a un ser humano de cualquier otro animal, vegetal o cosa inanimada, como ya hemos dicho antes.

Por otra parte, cae en algo que seguramente no desearían los integrantes del movimiento que se manifiestan ateos, y es en hacer al hombre un ser distinto (como se expresa en el Génesis) compuesto de cuerpo y alma, especialmente siguiendo las teorías de Huserl, denunciado especialmente por Damasio en su obra "El error de Descartes" al que acusa de que, quizá por miedo, hace una distinción entre lo físico del hombre y lo espiritual, cuando según los estudios sobre el cerebro, éste es un órgano del cuerpo humano, como pueda serlo el hígado, con sus funciones, entre las que se encuentran, la inteligencia, la memoria y la voluntad, que, según las religiones, son las potencias del alma. Y precisamente por ello la medicina, aún influida por estas concepciones, sigue manteniendo esas dos clases de leyes, la somáticas y las psicológicas.

Si llevamos este subjetivismo de la fenomenología de Huserl a sus últimas consecuencias, resultaría el absurdo de que si cierro los ojos, el mundo desaparece y al abrirlos vuelve a crearse en el mismo punto en que lo dejamos al cerrar los párpados.

El camino de la ciencia no va por la diferenciación de las leyes de los fenómenos, sino por la de su integración, siendo el caballo de batalla de la ciencia moderna en astrofísica, la unificación de campos que poco a poco se va consiguiendo (excepto con el campo gravitatorio), y sería muy raro (Naturalmente no imposible) que hubiera unas leyes lógicas de la ciencia, y otras de la psicología; sobre todo, como ya he comentado, con los estudios sobre el cerebro en el que no aparece ninguna dualidad entre las antiguamente llamadas potencias del alma (y el mismo alma) y las funciones cerebrales.

La realidad es que el movimiento existencialista, pese a sus magníficos teóricos y escritores, fue un movimiento social juvenil de reacción contra los estados opresivos (no solo dictatoriales) que llevan a considerar al individuo como una simple rueda de una maquinaria mayor, anulando su personalidad, convirtiendo a la sociedad y en general a la humanidad en una colonia de hormigas. La obra "Mundo feliz" de Aldous Huxley y "l984", con el gran hermano, de Orwell, pueden ser ejemplos de ese punto de vista. Las obras que muestran esa angustia existencial, y esa vida sin sentido del hombre, las encontramos en títulos, además de la "Nausea" de Sartre, en los de Camus tales como "La Peste", "El extranjero" (o extraño), y "Calígula" (Diré que a final de los cincuenta, cuando leí "La Peste" al salir de casa vi ratas por todas partes).

Pero además de la visión del infierno que da Sartre en "A puerta cerrada", la mejor exposición de este movimiento está, para mí, en el diálogo de Orestes con Zeus en "Las moscas", cuando el dios conmina al héroe para que no lleve a cabo su venganza contra Clitemnestra, su madre, y éste le pregunta por su autoridad para darle dicha orden; el dios le contesta: que él ha sido quien lo ha hecho, y Orestes responde: que sí, pero que lo ha hecho libre; libre hasta de su propio creador.

Esta libertad absoluta es la que va a informar al movimiento juvenil que después de cierto tiempo ha desaparecido, convirtiéndose en un movimiento de libertad, pero sin ningún contenido filosófico, y que se manifiesta sólo en los fines de semana ante el botellón, y en no asumir responsabilidades, manteniéndose en los domicilios de sus padres hasta que se han provisto de todo lo que creen necesario para su vida independiente. Cosa que antes, ya sabía todo el mundo, que los principios en la vida son duros y que cada uno, con su esfuerzo (y suerte) debería conseguirlo.

Por último, en un momento determinado pareció que el movimiento iba a tener una grandiosidad semejante a la revolución francesa o rusa, y cambiaría el signo de la historia. Me refiero al mayo del 68, pero esa explosión juvenil, con la enemiga del resto de la sociedad (incluyendo obreros y partidos de izquierdas), y su absoluta indefinición, no fue más que una tormenta pasajera, que por sus propias contradicciones no llegó a nada fructífero.

En resumen, se puede decir que la búsqueda de la esencia forma parte de la estructura (diría que de la esencia) del ser humano, que no se conforma sólo con existir sin dar respuestas a los enigmas que le rodean, como es manifiesto por la marcha progresiva de la humanidad en el intento de conocer lo que le rodea. Que parece absurdo contraponer la existencia a la esencia, pues sin la primera no se podría hablar de la segunda, y por último, que en realidad los existencialistas deberían centrar sus esfuerzos en encontrar, precisamente, la esencia de la existencia.

Todo lo cual no impide que la libertad humana sea uno de los bienes más necesarios a preservar, pero no sólo frente a los estados, sino también contra otras fuentes de poder, como serían los creadores de modas, y todo el mundo empresarial que, junto con cosas realmente útiles, nos hacen creer en la imperiosa necesidad de gran número de utensilios que no tienen otro objeto que incrementar la rueda económica de ciertos estamentos. Y no sólo me refiero a utensilios mecánicos; los productos de la cultura, tanto en novela, música, como en la ventana más importante de nuestro tiempo, la televisión, forman parte de esa estructura de poder que anula la libertad del hombre.

Luchar contra esas insidiosas trabas a nuestra libertad, es más importante que esa pseudo-libertad que nos presentan determinados grupos (ecologistas, antiglobalización, ONG, etc.), que en el fondo es probable que sirvan también determinados e inconfesables intereses que nada tienen que ver con la lucha por la libertad, pues  por ejemplo, ese afán de "estar a la moda" con determinadas prendas, que llega casi a la uniformidad, va contra ese subjetivismo, que, dentro de nuestra esencia genérica de hombre, nos hace manifestar nuestra propia vivencia y distinguirnos unos de otros, como el mayor valor de nuestra libertad individual.

Buscar la esencia no va contra el subjetivismo; admitir ideas abstrusas como ruedas de molino, sí. También no fiarse de las apreciaciones de los sentidos como dice Platón, o Calderón de la Barca con "La vida es sueño", o Descartes con desconfiar de todo excepto del pensamiento, etc., son buenas herramientas de trabajo para la ciencia y el pensamiento en general.




     M I S   D U D A S             

Depósito legal: Z- 2687- 2003 

Zaragoza, 24 de septiembre de 2003

Por: Julio Andrade Cola