Un cuento de Jorge Valiente
Una vez había un
grupo de cazadores llamado “EL RIFLE TODO A CIEN”. Se dedicaban a cazar
ciervos, pero ni uno, en su vida, habían cazado. Un día decidieron pedir
consejo al anciano más longevo del pueblo. Él les dijo que se compraran mejores
rifles, pero los cazadores le dijeron: ¡viejete,
viejete, viejete…! Aun no te has enterado que estamos con la crisis.
Al final, después de mucho pensar los cazadores
decidieron cazar unas presas más fáciles. Probaron con las
liebres, pero eran bastante rápidas. Dijeron que esto de la caza era muy
complicado y decidieron probar con otra cosa. Decidieron dedicarse a la
agricultura, pero que las plantas crecieran llevaba mucho tiempo. Probaron con
la pesca, pero eran de secano. Al final decidieron volver a la caza, y les dio
por cazar perdices. Les resultó bastante sencillo atraparlas y pronto ganaron
mucho dinero. Eran muy solicitados en banquetes de nobles y se pagaban 74
doblones de oro por pieza. En el pueblo de las perdices todos estaban
aterrorizados. En el periódico no había más que esquelas y las iglesias estaban
a reventar. La población de perdices fue disminuyendo hasta estar más valoradas
que el oro. Ahora cada cazador tenía un castillo y un gran botín. Un día el Rey
prohibió la caza de perdices. Los cazadores, furiosos, decidieron vengarse del
Rey. Contrataron a un club de cazadores llamado “LOS ENTRERREJAS”. Y en seguida
los detuvo la policía. Los cazadores, descontentos, cazaron a todas las
perdices para vengarse. Se les castigó y las perdices fueron requisadas y
destruidas. Y ni fueron felices ni comieron perdices.
Moraleja:
el diablo sabe más por viejo que por diablo.
Un beso colega.
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