Un libro de Jesús Gascón Pérez
No sé el porqué, pero disfruto con el simple hecho de buscar y rebuscar libros. Me reporta agrado, me complace por dentro; a más a más si topas con algún chollo o asunto que la curiosidad codicia. Siempre he frecuentado bares y bibliotecas, y por este orden, y no para estudiar, que más me hubiera valido, si no para indagar. Una de esas bibliotecas fue la de la calle Santa Orosia, también la canija de Luis Vives; las machaque debidamente a su tiempo; al igual que vine haciendo con la pomposa, y de superior esfuerzo, de Aragón. Atrás quedaron las lecturas en El Corte Inglés, en la General, o el husmeo periódico en los Hermanos Vidal de la plaza San Francisco. Pero como diría Machado: “Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar” y la revolución informática llegó, e Internet se lo comió todo; es el colmo para tipos de mi pelaje. Gracias a este invento genial de la tecnología militar encontré más información de la que puedo digerir sobre asuntos en los que mi deseo es un saco sin fondo; uno de estos susodichos asuntos es la cuestión histórica que aconteció en Aragón el año 1591. Es una parte trascendente de nuestro pasado, que obviamente no se estudiaba ni estudia en los colegios; para que después vengan algunos a contarnos la matraca de los planes de estudio de las autonomías.
Antonio Pérez liberado de la cárcel de los Manifestados en 1591 (Manuel Ferrán i Bayona, 1830-1896)
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Lo que sucedió en Aragón a finales del siglo XVI fue, ni más ni menos, un capítulo en la muerte de una nación. Así de claro. Sin embargo para la historia oficial es un episodio más del ineludible propósito divino que inspiraba la formación del imperio español. La realidad es que aquellas generaciones de aragoneses consumaron una sucesión de errores políticos; que a largo plazo propiciaron la ruina de la idiosincrasia que cohesionaba a un pueblo: sus leyes. Fue el cruel rejón de muerte a la soberanía de una nación, que perdió su centenaria independencia. No fue al primer país que le ocurrió, ni fue el último, de hecho sigue sucediendo ahora mismo cuando se concentra el poder político, o el económico, o simplemente el poder per se; entonces surge la tendencia al exterminio de etnias, lenguas, costumbres, de acerbos culturales atávicos; irremediablemente para siempre.
La semana pasada buscando y rebuscando en Internet topé con un PDF sobre la presentación de un libro titulado ALZAR BANDERAS CONTRA SU REY, era una noticia del Diario del AltoAragón fechada el 9 de junio de 2010. Cuando leí el articulo exclamé: ¡POR FIN¡
Jesús Gascón Pérez, Gregorio Colás Latorre y Pedro Rújula en la presentación de la obra
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Hasta ahora en A LA SOMBRA DE LA SABINA se subrayaban libros leídos y apreciados, desde este momento también se subrayan libros no leídos por el que suscribe. Y el motivo es que “Alzar banderas contra su rey: La rebelión aragonesa de 1591 contra Felipe II’ (Gascón Pérez, Jesús - 2010) tiene toda la pinta de ser uno de esos libros definitivos en una materia especifica y que marca un antes y un después en su investigación cientifica. El autor es el Doctor en Historia Jesús Gascón Pérez, que ya conocía por otros libros y artículos publicados en PDF y que recomiendo buscar y leer. Ahora mismo estoy leyendo el muy interesante “La rebelión de las palabras. Sátiras y oposición política en Aragón (1590-1626)” Jesús Gascón Pérez, 2003; Prólogo de Teófanes Egido.
Retrato del Justicia Juan de Lanuza (José Casado Alisal, 1832-1886)
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Cansado de tanta mediocridad en la esquelética historiografía aragonesa la aparición de este trabajo supone el reconocimiento a estudiosos como Gregorio Colás Latorre, Xavier Gil Pujol, Mariano Faci Ballabriga y otros pocos. Lastima que la difusión y repercusión mediática de la obra, entiéndase de la divulgación a nivel popular, tenga todo el aspecto de ser nula. Se quedará en los sesudos ámbitos profesionales, o en las lecturas de algún ilustrado tocahuevos, y hasta puede que lo lea neófitos irreverentes como el menda. Los medios generalistas aragoneses volverán a boicotear el conocimiento de nuestra historia, al parecer tiene mayor predicamento en the establishment los autores arribistas, buscadores de árboles políticos de correctas sombras ideológicas, o los editorialistas de obsesiones anti-catalanas, o los novelistas de medio pelo de titulo historiador, y sin olvidarme de aquellos a los que una entidad bancaria, como parte de su obra social, encarga y paga panfletos reaccionarios como una aportación más a colecciones de número redondo.
La ejecución de Lanuza (Mariano Barbasán, 1864-1924)
El victimismo sociológico impregna alguna capa superficial de nuestra sociedad aragonesa. También lo que pudo ser y no fué siempre es más romántico que lo que es. La muerte de una nación no tiene por qué ser una cuestión trágica si lo que conlleva es el nacimiento de una entidad superior con mayor proyección: política, económica. Está ocurriendo hoy en día y nadie se rasga las vestiduras. Así que el "ineludible propósito divino" que inspiró la formación del imperio español tuvo su razón de ser. De aquello yo, como aragones, me siento muy orgulloso. Vale ya de frustraciones nacionalistas de baja cota y estemos orgullosos precisamente de lo alcanzado, divino o humano, por el imperio español, el nuestro, con Aragón en él.
ResponderEliminarSaludos
Así nos luce el pelo.
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