lunes, 14 de octubre de 2024

Elon Musk y Cristóbal Colón

 

Inevitablemente el doce de octubre es el Pilar, desde no tanto fiesta Nacional de España, en su tiempo y en un alarde de oportunismo se trasladó la llegada de la Virgen María en carne mortal a Zaragoza (eso dice la tradición cristiana para el que la quiera creer) del dos de enero a la fecha del gran hito de la exploración por excelencia. Sin duda otros de esos hitos no se celebran, y ocurre porque nadie sabe con exactitud cuándo Homo erectus irrumpió en los territorios que hoy llamamos Europa y Asia, cuándo el hombre moderno hizo lo propio desde África recorriendo un camino triado y ocupó el dominio de los neandertales, de los denisovanos, del Hombre de Flores, y pisó el estrecho de Bering y por una costa inhabitada alcanzó Tierra del Fuego. O la fecha de “la primera piedra” de Gobekli Tepe, del “corte de cinta” en Catal Huyuk, de la idea de levantar las estatuas de Pascua o las pirámides de Cholula; quién puede saber el momento exacto de la llegada de los Celtas a Irlanda, de los tartessos a Huelva, de los etruscos a la Toscana, de los dorios al Peloponeso.  

Pero hubo un “primero”, siempre lo hay, que encabezó un clan de pies indestructibles, de abnegación, de esperanza para los que venían detrás. Colón hizo lo mismo, ese judío sefardí (probado por un análisis de su ADN y que a nadie debería extrañar) sobrado de ambición y estudios geográficos, que sostenía la impía hipótesis de llegar desde Europa a las Indias por poniente, por dónde el mundo caía en el abismo para los “listos” de la época. Colón quería usar la puntera tecnología naval española y así evitar al Imperio Otomano tras la caída de Constantinopla en 1453 (fecha transcendental) o la circunnavegación de todo el continente africano. Pregonaba el ahorro de tiempo y dinero, el incremento del comercio, la reutilización, en resumen: los negocios y la indagación de lo desconocido, y esa idea la compró Gabriel Sánchez, Juan de Coloma, y Luis de Santángel, hombres del rey Fernando II de Aragón, capaces de prestar la mitad de “la pasta” para el primer viaje en 1492. Gabriel Sánchez era un judeo-converso de Zaragoza, y Santángel parecido, valenciano de una familia de procedencia aragonesa. Encaja en el origen judío de Colón (ahora puede que le acusen sionista y de la guerra en Gaza)

Viene al hilo hablar de Colón al escuchar a la nueva presidenta de México pedir a España disculpas por los crímenes cometidos, cuando acaso los crímenes los cometieron sus abuelos, no los míos, son los crímenes de los criollos. Por el mismo precio podemos exigir a la presidenta italiana que se disculpe por la conquista de la Celtiberia, cuando Roma, aparte de conquistar, civilizó. España también actuó así, no como ingleses, belgas o alemanes en África o América. Basta de ejemplo la fundación de Universidad Nacional Autónoma de México en 1551, cuando en España la Universidad de Zaragoza (ciudad bimilenaria) ocurrió solo nueve años antes.   

La exploración tiene sus consecuencias, los actos de los hombres las tienen, peor es el fundamentalismo religioso de unos o de otros, que por ser un pueblo paleolítico no eres menos integrista. La exploración es inherente a la especie humana, y en el siglo XX tuvimos a Serguéi Koroliov y Wernher von Braun como precursores de los vuelos espaciales; hoy, en 2024, tenemos a Elon Musk, que al igual que Cristóbal Colón, 500 años antes, pretende expandir la humanidad y convertirnos en una especie multiplanetaria, loable empeño.

SpaceX dio el domingo 13 de octubre otro paso más en Boca Chica, en la misma frontera con México, esa frontera de los “espaldas mojadas” que separa el primer mundo del tercero, esa frontera que crearon los mismos necios que hablan de conquista y no de descubrimiento, esos populistas demagogos que se dejaron arrebatar por los gringos el oro de California y el petróleo de Texas.

“Ándale a la chingada”, y ensalcemos al pendejo Colón y a Musk por su locura.