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jueves, 6 de octubre de 2022

Labordeta, un hombre sin más.

 

Mi abuela Josefa nació y se crió en uno de los lugares más agrestes del territorio de Los Monegros aragoneses, La Almolda, pueblo asentado sobre una loma y protegido de los vientos del norte. Desde sus calles se contemplan, hacia el sur, todos los barbechos, casi infinitos, esperando la lluvia, siempre la lluvia, y muriendo en unos pinares ralos y difusos; al fondo del paisaje, quizá, las últimas huellas de lo que fueron los montes negros. Se casó con mi abuelo, habitante también de uno de esos lugares de escalofrío paisajístico que era, y sigue siendo, Belchite. Mi abuela salió de Málaga y se fue a Malagón: una vida dura que hizo que llevase el sobrenombre de «la Barata», porque se tenía que ganar el sustento yendo de pueblo en pueblo trabajando de quincallera. Mi abuelo, que al parecer conservaba cierta alcurnia familiar, vivía de los productos que le daba un pequeño huerto en un lugar hermoso, donde el río Aguas Vivas se trunca, se rompe y acaba dando un pequeño salto, en cuya base las aguas se remansan. Se le conocía y conoce con el nombre de «el Pozo de los Chorros». De esa pareja nació mi padre, futuro seminarista en el seminario menor de Belchite, que se casaría con una muchacha natural de Letux. Aunque ella siempre se consideraba natural de Azuara.

(fragmento de "Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados", José Antonio Labordeta, 2009)






Todo comenzó en el verano de 2006, concretamente a principios del mes de julio. Durante aquellos días, mi mujer; su madre, Sabina; mi hija Ángela y Santiago, mi yerno; mis dos nietas y yo nos habíamos quedado en una casita a las afueras de Zaragoza para, entre otras cosas, soportar algo mejor el calor y darles a las niñas un espacio de libertad que difícilmente se encuentra en la ciudad. Aquel domingo hacía tanto calor que el paisaje se vislumbraba ciego, sin perspectiva. Sin embargo, en lugar de tomar un gazpacho y unos buenos vasos de agua, nos comimos una paella, nos bebimos media botella de vino y no prescindimos de alguna cerveza a la hora del vermú. 
En aquellos días yo me consideraba un hombre feliz. Era un abuelo al que ya no le quedaba mucho tiempo para jubilarse y soñaba con esos años de no hacer nada: nada de nada que no me apeteciese. Como digo, aquel día habíamos comido en exceso y pronto caí vencido por el sueño. No recuerdo qué soñé, pero sí recuerdo el rumor sordo de aquel lugar en las tardes calurosas, la luz colándose tímida a través de las contraventanas cerradas a cal y canto y los ecos de las voces de mis nietas que llegaban desde el jardín. Mi intención era la de permanecer en la cama durante el tiempo exacto que se prolongase la siesta, pero tristemente no fue así. De repente, la nebulosa comenzó a adquirir tono de realidad y decidí que ya era hora de sumarme al mundo de los vivos. No pude, ya que cuando quise incorporarme me di cuenta de que era incapaz de estabilizarme; pensé en mis cervicales, que años atrás ya me habían jugado alguna que otra mala pasada. Y tanto en aquella ocasión como en ésta no podía moverme, ya que si lo hacía sentía que el mundo que me rodeaba era un mar bravío que pretendía engullirme. Cuando me sucedió la primera vez, el médico, más amigo que doctor, me dijo:
—Esto es cosa del café y del tabaco. José Antonio, tendrás que dejar ambas cosas. Siempre había sido un adicto al tabaco. De hecho, era de los que podía acostarme y levantarme fumando Ducados. El tabaco formaba parte de mi vida, una parte fundamental que se había construido calada tras calada a lo largo de muchos años. Sin embargo, debido a este percance, a los cuarenta y ocho dejé el tabaco. Pero no pude con el café. En aquello días, mientras permanecía inmóvil en la cama, pensé en que casi con toda seguridad a mis setenta y un años tendría que dejar el café, cosa que me iba a costar un verdadero esfuerzo, porque del café me gusta todo: aroma, olor, sabor, discurso, lugar... Pero no fue así. El médico vino a casa, me hizo unas pruebas y me dijo:
—Son las cervicales.
Después se sentó junto a mí en la cama, me recetó unas pastillas y me dijo que no estaría de más que me hiciera unos análisis.
—¿Hace cuánto que no te haces un reconocimiento? —me preguntó.
—Tres, cuatro años —dije.
—No hay más que hablar.
Nunca me han gustado los análisis, pero qué íbamos a hacer. Los días fueron pasando y las cervicales mejoraron. Ya habíamos vuelto a Zaragoza y yo creía encontrarme fuera de todo peligro, deseoso de cerrar la casa y marcharnos a pasar el verano a Villanúa, como todos los años. Villanúa es un pueblo ubicado en el Pirineo aragonés, al que subo cada verano desde hace treinta y ocho años: para mí es como un pequeño paraíso, un retiro. Era un miércoles cuando bajé al ambulatorio Ramón y Cajal y la hermana de mi yerno, ATS en el citado centro, me extrajo la sangre con sumo cuidado y me dijo que en cosa de un par de horas tendríamos los resultados.
—Vuelvo sobre las doce —le dije.
—Perfecto —sentenció ella.
A las doce en punto me estaba esperando. Seria y con rictus dolido.
—José Antonio, ¿tú sabes lo que es el PSA? —me preguntó.
—¿No voy a saberlo...? —le dije—. Si lo fundamos entre Emilio Gastón y yo, junto a las gentes de Andalán.
—Pues este PSA no tiene nada que ver con aquél —dijo—. Y además, lo tienes altísimo. 
Ana, así se llama la hermana de mi yerno, me dijo que lo mejor era que me quedara en el ambulatorio, que iba a ponerse en contacto con un urólogo. Mi mujer, Juana, y yo nos quedamos sentados en una de las salas que hay en la primera planta del ambulatorio sin saber muy bien qué decir ni qué hacer. Juana llamó a una de nuestras hijas y con una serenidad forzada le explicó lo que estaba pasando, le habló del PSA y de la próstata. Yo estaba callado, pensando en que para mí el PSA era el Partido Socialista de Aragón y no unas iniciales que marcaban unos indicadores tumorales. El Ramón y Cajal es un edificio frío construido en el año 1962 por el arquitecto García Mercadal; está construido en ladrillo visto y es enorme, simétrico y demasiado frío. Sentado en aquella sala me dio por pensar en el edificio y decidí que a pesar de ser obra de García Mercadal a mí el Ramón y Cajal nunca me pareció un edificio notable; en aquellos momentos me resultó especialmente triste. Ana apareció enseguida.
—Te va a atender un urólogo que se llama Ángel —me dijo—. Y además es uno de los buenos.
Resultó ser uno de los mejores: hijo de una muy buena amiga y sobrino de una mucho mejor amiga, con la que en su día habíamos combatido por la democracia, la libertad y la ecología. Con Ángel me entendí pronto y pronto me dijo que las cosas no pintaban bien. Me citó para el día siguiente. Aquella mañana mi mujer y yo abandonamos el Ramón y Cajal con la sensación de que habían sucedido muchas cosas, pero sin entender muy bien la dimensión de esas cosas.
—Me voy hacia casa —me dijo Juana—. Mi madre estará de los nervios. Por aquel entonces mi suegra tenía noventa y siete años y estaba en un estado bastante delicado, debido a una demencia senil obsesiva, que a punto estuvo de volvernos locos.
—Yo prefiero ir a tomar un café —le dije, y ella me besó. Hacía años que no me daba un beso en mitad de la calle. Mis pasos se dirigieron hacia el café Levante, para mí el más hermoso de Zaragoza, y finalmente opté por un pincho de tortilla y una caña. En el Levante siempre me he encontrado muy a gusto y aquel día quería un sitio de esos de toda la vida. Me quedé en la barra, atrapado por el reflejo de sus vidrieras y colgado en alguna de las fotografías de sus paredes, y pensé que la vida valía la pena, a pesar de este nuevo compañero de viaje del que apenas sabía nada.
—¿Cómo va la salud, Labordeta? —me preguntó un asiduo del Levante.
—Regular, gracias a dios —le dije, y di un sorbo a la cerveza. 
Me supo magnífica.

 (fragmento de "Regular, gracias a Dios", José Antonio Labordeta, 2010)

 
José Antonio Labordeta Subías y La C.O.M.E. (Cooperativa Musical del Ebro, en Segura de Baños -Cuencas Mineras, Teruel- con Ángel Vergara al acordeón, gaita y flauta; Paco Medina a la guitarra; Juan Carlos Ferrández Escribano, Juanito, en la percusión (fallecido en mayo 2022), Ignacio Fernández al bajo eléctrico) 
Eran los años 80 del pasado siglo, en tractor y remolque enramado a la Virgen de la Aliaga en Cortés, la comida a orillas del pantano en Alcaine, y la vuelta de la misma guisa, pero con menos ramas, por Segura; un concierto para recordar, auténtico, entrañable, como el documental LABORDETA, UN HOMBRE SIN MÁS. 

sábado, 4 de junio de 2022

Anatomía de un instante

Un ensayo histórico de Javier Cercas, 2009.

Nada más bajar del coche pensé que aquel tipo valía la pena, y sin saber quién era, acaso de su condición de escritor profesional por su acompañante, pero no de su premio Planeta a las costillas. Hubiera reconocido su nombre si me lo hubieran presentado, sin más, como a tantos otros que escuchas en la radio o ves en la televisión, sin embargo, tenía dos de sus libros en mi casa, y había ojeado las contraportadas y me gustaron, eran de esos que tengo que leer un día de estos, cuando tenga tiempo, cuando no sé me ocurra otra cosa que hacer, cuando me jubile, un par de libros más con el olor de la pipa de Julio, un par de libros de papel sumados a unos cuantos cientos en formato digital en el ordenador con el epígrafe "leer antes de morir" . Y cambiamos unas palabras y eso bastó para entender que no era el cliente cotidiano, que sabía lo que decía y deseaba ponerse al día de lo que acontece en Zaragoza y se queda en Zaragoza, como un micro-cosmos autosuficiente, como en todas las ciudades que se consideran más de lo que son.  Al llegar a casa busqué “Soldados de Salamina”, recordaba que lo tenía, pero no dónde, también encontré “Anatomía de un instante”. El primero me encantó, y más como curioso de la Guerra Civil y de las andanzas de Chicho Sánchez Ferlosio, amigo del amigo Labordeta, esa era mi referencia. De seguido ataque el 23-F, no por interés en el detalle  histórico, que hasta me repugna mentar a Tejero, solo por la maestría del autor y una conversación de un rato. Y Javier Cercas me llevó a aquel momento –a un instante- que recuerdo como si fuera hoy: regresando por la tarde de la Institución en el 42, una señora escucha el transistor, por el jaleo algo gordo ha pasado, al llegar a casa sé del detalle y de la incertidumbre, unos vecinos callan, a otros no les parece mal del todo, pero mi padre no es de esa opinión y mi madre tiene a Suárez en un altar. No dije palabra hasta que habló el rey por la televisión, me fui a dormir y lo hice poco, a la mañana salí a la calle con una navaja en el bolsillo y mi instrucción en las películas del Vaquilla, Bruce Lee o The Warriors.  Viví aquello todavía sin derecho a voto, aunque imbuido en la política hasta el tuétano, yo, nosotros, no éramos los pasotas del desencanto, aquello que se puso de moda entre los que creyeron que la democracia traería una inconmensurable felicidad al instante. Yo, nosotros, estábamos en la candidez de la militancia del barrio obrero, en el "tenerlo claro" del Pollaboba, en la Chobena Garda Roya d’Aragón maoísta o vete tú a saber lo que era, en los utópicos y surrealistas del MNA, en la agonía del PSA de Emilio Gastón, pegábamos carteles gratis, íbamos a toda manifestación de nuestra cuerda por extraña que fuera y calculábamos la asistencia con ojo más preciso que el Heraldo, discutíamos de comunismo, repudiábamos a Suárez, a Carrillo y a Martín Villa. Y pasados tantos años, un Javier Cercas de aquella misma generación de ilusos, me retrotrae y conmueve, pues nosotros somos “La Transición”, la que nos pilló en el florecer al conocimiento de la vida, de la que sigo siendo rehén, pues entiendo que la edad en la que penetras en el mundo se marca al rojo en tu piel y en tu cabeza, y quieras o no, siempre sigues siendo aquel de los dieciocho, con unos cuantos kilos y bastantes canas.


Pág. 36 - “Suárez explotaba a conciencia su porte kenediano, concebía la política como un espectáculo y durante sus largos años de trabajo en Televisión Española había aprendido que ya no era la realidad quien creaba las imágenes, sino las imágenes quienes creaban la realidad.”

Pág.41 – “…todos los experimentos democráticos han terminado en España con golpes de estado, y en los últimos dos siglos se han producido más de cincuenta.”

Pág. 181 – “No solo eso: Carrillo –y con él la vieja guardia del partido comunista- también renunció a ajustar cuentas con un pasado oprobioso de guerra, represión y exilio, …”

Pág. 258 – “Armada era el más complejo de los tres, quizá porque mucho antes que un militar era un cortesano; un cortesano a la vieja usanza, cabría añadir, como el miembro del séquito de una monarquía medieval retratado con los anacronismos de rigor por un dramaturgo romántico: intrigante, escurridizo, soberbio, ambicioso y meapilas, aparentemente liberal y profundamente integrista, un experto en los protocolos, simulaciones y trampantojos de la vida palaciega provisto de las maneras untuosas de un prelado y del semblante de un payaso tristón.”

Pág. 336 – “Tejero y sin mediar palabra sacó de su funda su pistola y le puso del cañón en el pecho; la respuesta de Suárez consistió en levantarse de su asiento y en formular por dos veces en la cara del oficial rebelde la misma orden taxativa: «¡Cuádrese!»

Pág. 340 -  «¿Qué es para usted el poder?»”

Pág. 366 – “Hay que ceder poder para ganar legitimidad y conservar el poder”

Pág. 386 – “Maquiavelo no tenía ninguna duda de que era posible llegar al bien a través del mal, pero un contemporáneo suyo, Michael de Montaigne, fue todavía más explícito: «El bien público requiere que se traicione y que se mienta, y que se asesine».”

domingo, 14 de noviembre de 2021

Aqueras montañas, Se canto, Labordeta, Nadau, Lou Dalfin, Biella Nuei...

 


Aqueras montañas
tan alteras son
no me deixan vier
os míos amors

Aqueras montañas
quán s'abaixarán
y os míos amors
apareixerán
Dezaga d'ixas boiras
los iré a escar
y crebando as mugas
con yo en tornarán
Si canto, yo que canto,
no canto ta yo
canto ta la mía amiga
que ye en ixos monts





sábado, 24 de abril de 2021

Querido Labordeta de Joaquín Carbonell







Dulce ribazo, luz desde el Bajo Aragón.

El Somontano te lleva en el corazón,

Cierzo del Ebro, serranía de Teruel.

La humilde Aliaga, siempre pregunta por él.

Tierras de Franja, te darán la Bona Nuit.

Café Levante, siempre se acuerda de ti,

Sol madrileño, caserón del Buen Pastor.

Plaza el Torico, allí dejaste tu voz.



Venga vamos Labordeta, que nos espera el furgón.

Estás en La, la otra en Do, polvo, niebla, viento y sol.



Cae la tarde, la lluvia empaña el cristal,

Llega otra plaza, cantando a la soledad.

Viejas y arcillas, leñeros de Albarracín.

Suena la Albada, aquel catorce de abril.

Banderas rotas, de puño y de libertad.

Agosto en Jorcas, rosas de fraternidad.

Camino y manta, la guitarra hay que plegar.

Luz en el pecho, que ya se escucha la mar.



Venga vamos Labordeta, que nos espera el furgón.

Estás en La, la otra en Do, polvo, niebla, viento y sol.

Venga coño Labordeta, que nos espera el furgón,

y ya no está, tu vozarrón, a la mierda esta canción.



“Querido Labordeta” Letra y música de Joaquín Carbonell.

Con el acompañamiento en la voz de Eduardo Paz, y Eugenio Gracia con la gaita aragonesa sin vestido y piel de culebra, Miguel Isac a la batería. José Luis Arrazola con las guitarras. Alberto Artigas al laúd y la bandurria. Josu Ibiena con el acordeón. Noelia Gracia al violín. Javier Ansó con el bajo eléctrico. 





domingo, 13 de septiembre de 2020

Tributo a Joaquín Carbonell

 


Mi tierra no es de azúcar, ni tiene mariposas en invierno,

ni montañas con risas de clavel, ni arrecifes dorados.

Y no es de miel, ni tampoco de espuma.

Es arcilla, sierra cortada y té, por los collados.

Testamento de piedra, y de ciprés.

Campanas que enlazan, el pueblo y la Masada alguna tarde.

Llamando a funerales, frío y eriales.

Eternos surcos de cartón.

No es canto de trompetas, ni timbales, sólo tambores.

Curtida piedra a golpes, fuerza y redobles.





 

El verano es la cuna, el invierno la muerte de la oliva.

Granos de primavera, endulzan cada viña.

Espliegos y romeros, las tardes amarillas.

Y es delgada la mies, cuando falta la lluvia.

 


Mi tierra es una tumba. Parda y blanca por fuera y roja dentro.

Negras minas de hierro y de carbón, forman sus huesos.

Sus gentes son, viviendo en la penumbra,

gente con soledad por corazón, y por recuerdos.

Metralla hirviendo, en gritos de estupor.

 


Un viento fuerte ha de llegar, por las colinas,

que barrera del polvo, tantas horas perdidas.

Epitafios de versos y palabras vacías.

Dejando en el paisaje, su esperanza extendida.

 


Un viento limpio ha de llenar, ha de llenar, la umbría.

Levantando del polvo, tanta casa caída.

Abrirán nuestras puertas, de golpe al mediodía.

Para empezar de nuevo, con más fuerza la vida.

"Canción para un invierno. Dedicada a Teruel" (letra de Pilar Navarrete, música Joaquín Carbonell) del disco "Con la ayuda de todos", 1976 -RCA








martes, 23 de abril de 2019

Carbonell, Labordeta y Teruel



"DE TERUEL NO ES CUALQUIERA"
En el minuto 50:00  un fantástico y emotivo "unplugged" de Joaquín Carbonell después de un gran discurso.

jueves, 26 de octubre de 2017

40 years of democracy in Spain


En 2017 se cumplen 40 años de democracia en España, o una pequeña clase de la historia del constitucionalismo español para iletrados y demás morralla.
Y por si todavía no lo han entendido: 
Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra... (o cuando la utopía de los años 70 de una forma u otra se tornó en realidad, y eso también lo creía el abuelo. Gracias a él y a muchos otros como él, vamos hacía la quinta década de paz y prosperidad, algo insólito en nuestra historia, algo que los grupúsculos del fanatismo catalán y podemita parecen desconocer; claro que ellos no aprendieron nada de las clases de José Antonio Labordeta)



viernes, 4 de diciembre de 2015

"De Teruel no es cualquiera."



Una preciosa canción de Joaquín Carbonell.


He viajado a pueblos sin sacristán,
donde no sangran por rencor.
He llorado al ver una catedral,
levantada con dolor.

El amor me brotó un día de abril,
bajo una higuera del edén.
Noche mágica de Nueva York,
la recuerdo con desdén.

Yo nací en un parto sin doctor,
una noche de vendaval.
Cuando abrí los ojos me inundó,
una asombro mineral.

Jamás puede ver luego de mayor
ese cielo tan maternal.
Una vez me pasé en soledad
siete días sin hablar.

Por más que te esfuerces, no
lograrás poderlo entender.
Hay un sitio, hay un lugar,
donde no es fácil converger.

La noche  brilla más que el sol,
donde tú eres el timonel.
Por más que lo busques no,
solo es Teruel.

El desierto será tu inmenso hogar
y la nieve te abrazará.
El mudéjar no es una decoración,
hay estrellas para comprar.

Es extraño, pero es pura verdad,
en Teruel quisieron nacer.
Gente rara como Chomón,
gente rara como Buñuel.

Si no tienes cerca un manantial,
si tu patria no tiene luz,
si las calles muerden al pasear,
si no puedes llevar tu cruz.

Si el paisaje tuyo es una pensión
sin domingos y sin pastel.
No te amargues por una vez,
te dejamos ser de Teruel.

Por más que te esfuerces no,
lograras poderlo entender.
Hay un sitio, hay un lugar,
donde es fácil envejecer.

La noche brilla más que el sol,
donde tu eres el timonel,
por más que lo busques no,
solo es Teruel.

Por más que te esfuerces no, 
entenderás está quimera.
Es muy fácil ser de Pekin,
es muy fácil ser de Estambúl,
es muy fácil ser de Madrid.
Más de Teruel no es cualquiera.
                                                     Joaquín Carbonell

Joaquín Carbonell es el mejor y más ubérrimo cantor a la provincia de Teruel, que no es poco, y de eso estoy seguro;  sus maravillosos versos solo son comparables con las jotas que El Pastor de Andorra (José Iránzo) llevó por el mundo. Igual que Labordeta cantó a la ciudad de Zaragoza con cariño infernal, Carbonell en su "Canción para un invierno" y está "De Teruel no es cualquiera" hace poesía pura y sublime. 

Gracias Joaquín.


"Canción para un invierno. Dedicada a Teruel" (letra de Pilar Navarrete, música Joaquín Carbonell) del disco "Con la ayuda de todos", 1976 -RCA

domingo, 21 de septiembre de 2014

Una de COVER

En recuerdo de J.A. Labordeta.

El COVER es un arte poco valorado. Al parecer,versionar a otro autor  sitúa al músico que lo hace unos cuantos  escalones por debajo del propio creador. Siempre es mejor el original, piensan muchos. Dónde va usted a comparar. Sin embargo la historia de la música popular es la historia de interpretar canciones que otros compusieron y que en la mayoría de los casos nadie recuerda el nombre del autor original. Eso es la tradición, esa es la victoria de la obra sobre el mercantilismo. Creo que el arte debe ser bueno por sí mismo, sin firmas, y sí no es así, no lo es, es simplemente  otro producto más del consumismo, de la industria de la subvención, de la demagogia cultureta de unos cuantos jetas de todos los colores.

Esto es un Cover de sí mismo. El autor mejorando su tema. Born in the USA, del álbum doble Live in New York, 2001,  casi irreconocible y sin embargo embriagador. Un ejemplo de cómo Bruce Springsteen puede llegar a versionarse hasta el infinito. 
Amy MacDonald. Cover de Dancing in the Dark, con The German Philharmonic Orchesta en 2010. Sencillamente perfecta.
El video promocional de Dancing In The Dark, 1984 de Bruce Springsteen. Para ver las diferencias, y como se puede leer un tema e incluso mejorar. Al final sale Courteney Cox –la de Friends- actuando como una groupie bailona.



 Aragón Blues de Puturrú de Fúa. Un ejemplo de pedazo de versión. Apareció en el disco coral en homenaje a J.A. Labordeta titulado  Tú y yo y los demás, 1991. Balanceándose entre la ironía, la parodia, la imitación, la reinterpretación a ritmo de blues clásico,y la genialidad del inigualable Curro Fatás.




Desgraciadamente no son demasiadas las versiones de los temas de José Antonio Labordeta. Y sobre todo tan buenas, a parte del Aragón Blues de Puturrú de Fúa, la otra, en mi opinión, es otro blues: Zarajota Blues de Ixo Rai. Son temas maravillosos y atinados en la filosofía cover. El resto… creo son temas mejorables. Ni el concierto homenajeando al abuelo que se grabó en  1999 dentro de los Festivales de Pirineos Sur  -todos los veranos en el auditorio de pantano de Lanuza, en la Bal de Tena- se tituló “Nueva Visión” y lo editó PRAMES en forma de libro-disco, recuerdo que fue una idea auspiciada por el inefable Plácido Serrano. Excepto Aqueras montañas, cantada por el propio José Antonio,  Zarajota con Ixo Rai, y el poema final de J. Pardinilla, el resto de las versiones son una pena.  En realidad no son ni versiones,  son reinterpretaciones musicales que modifican el compás melódico, y lo único que conservan del original es la letra y el titulo. Eso no es un Cover, no es una versión, no es un traslación musical de una canción digerida y recreada, es otra cosa. 


Los otros trabajos que se han grabado tampoco me convencen del todo, lo siento. Ni el LABORDETA CLÁSICO, una fotografía de la portada encabeza el post; ni el de María José Hernández titulado LAS UVAS DULCES, con preciosos poemas como Rosa Rosae, Guárdate, o Mar de Amor

jueves, 20 de septiembre de 2012

"M'aganaría estar pino"

Un poema en aragonés de 
José Antonio Labordeta.

M'aganaría estar pino
d'un mon de lo Pirineo
pa meter-me todo blanco
con la nieu de lo ibierno.
 
Si fese fagüeño,
chiflase l'ausín
u soflase zierzo,
yo plantau aquí.
 
En plegar la primabera,
d'agulletas emplenar-me,
dixando las rezias tallas,
pa fer-sen nidos las abes.
 
Si fese fagüeño,
chiflase l'ausín
u soflase zierzo,
yo plantau aquí.
 
Os corders pa lo berano,
chunto a yo s'acocharían,
acalorando en la sombra
en que estiese meyodía.
 
Si fese fagüeño,
chiflase l'ausín,
u soflase zierzo,
yo plantau aquí.
 
L'otoño yo i bería,
de colors como fogueras
a faus, caxicos, illons,
tremolinos y nogueras.
 
Si fese fagüeño,
chiflase l'ausín,
u soflase zierzo,
yo plantau aquí.
 
Lo ibierno si benisen,
a trozar-nos pa bagueras,
"no fa falta, -diziría-,
que no i quedan chamineras".
 
Si fese fagüeño,
chiflase l'ausín,
u soflase zierzo,
yo plantau aquí.