martes, 8 de febrero de 2022

Julio Andrade Cola nos dejó hace dos años.

 Escueto tributo biográfico a un pensador.

A lo largo de su vida, fue militar, abogado, escritor, padre, abuelo y para mí: maestro y amigo. Bien pudo ser integrante de la escuela de Atenas, del humanismo o de las luces del conocimiento y la razón; sin embargo, nació en un siglo de guerras e ideologías, cuando la filosofía entraba en declive y pareciera que todas las respuestas las daría la ciencia.

Julio nació en Granada, el 4 de octubre de 1928, es de la generación de los niños en la Guerra Civil, y ese dato circunstancial, no es cosa baladí, pues vivió la tragedia con la naturalidad infantil que ve lo que ocurre porque toca ocurrir, y así me lo contó; recordando escuchar el “Himno de Riego” en la radio que emitía a favor de la sublevación, conociendo los avatares del frente por su padre, jugando por las calles de Granada con su pandilla, leyendo una y otra vez a Salgari y a Galdós. Tras la guerra, su padre fue trasladado a Zaragoza y él ingresa de adolescente en la Academia General Militar de Zaragoza.

Sirvió en el III Tercio don Juan de Austria de la Legión española en Larache y el Rif de Marruecos cuando era Protectorado español. Posteriormente, desde enero de 1954 hasta septiembre de 1956, fue destinado a la Mehal-la del Rif nº 5 del Ejército de África. Acontecimientos que narra en El ejército por dentro (1990) años indelebles en sus recuerdos y no exentos de peligro. Estuvo en primera línea cuando Marruecos se independiza en 1956 de Francia y España. Los historiadores califican el conflicto como La Guerra Oculta.

Entretejido con aquellos avatares, contrajo matrimonio con Ede Silvia García Borraz en 1954, natural de Gelsa de Ebro –Zaragoza- De familia comerciante, su padre fue alcalde de Gelsa en 1940-41. Con Ede tuvieron siete hijos. Tras el regreso a la península, comienza el periplo de mudanzas y ascensos inherente al oficio de militar. 

Marchó con la familia a Barcelona, donde estudió Derecho y obtuvo la licenciatura en su Universidad, a la vez ejercía el pluriempleo propio de la situación económica del momento, enseñó francés y fue profesor en una academia para el ingreso en la Academia General Militar, también escribió guiones sin firmar para los tebeos de la editorial Toutain de Barcelona. Volvieron a Zaragoza y tras cuatro años se trasladan a Salamanca, ciudad que le marcó y donde preparó el doctorado de Derecho que no llego a presentar; tras seis años, es destinado a Orense de Comandante, y dos años después, retornan al comienzo, a Zaragoza, una vez allí, es ascendido a Teniente Coronel y le destinan a Burgos, donde pide la Reserva Activa, y más tarde es “de alguna forma” forzado a jubilarse con el grado de Coronel de Infantería.  

Ejerció como letrado militar y de abogado en Zaragoza (declinando cobrar en numerosas ocasiones)Leedor impenitente e independiente desde la infancia, de memoria wikipedética, recuerdo que los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, tras 80 años de haberlos leído, los narraba completos y al detalle. Esa memoria prodigiosa le servía para relatar incontables vicisitudes de su vida, especialmente las que soportó en Marruecos, y con una precisión minuciosa, enhebrándolos de manera coherente y acertada con la actualidad.


En el ejército (el ejército de Franco) asumió la responsabilidad del deber, y sé que intentó obrar según su ética y conciencia, dentro de la disciplina militar de una dictadura en absoluto propicia a las disidencias y al libre pensamiento. Julio no fue un militar más en el engranaje del tiempo que le tocó vivir, raro era que los mandos tuvieran estudios fuera de la carrera militar y menos con un discurso filosófico, no tuvo que ser fácil, además, sin ejercer la hipocresía y teniendo opinión. En Salamanca, estuvo muy relacionado con los fundadores de la organización militar clandestina: Unión Militar Democrática (UMD), aunque no fue integrante por discrepancias de pensamiento.
 
Escucharle era para mí aprender, desde los filósofos griegos hasta Camus u Ortega, también el debate en la ciencia, con Sagan, Dawkins o Penrose como nuevas respuestas. 
Su legado es su recuerdo en nosotros y, todavía más importante para él, su obra escrita, su contribución en el camino del saber humano, que esa y no otra es la pretensión, que nuestra visión del mundo perdure en los demás y siempre empuje hacia delante. De todo eso, doy fe que lo logró.
Como escritor, en mi apreciar, subrayaría entre sus textos a El psiquismo humano origen del derecho (1976, corregido e impreso en Zaragoza, 1990) Un resumen de la historia de la filosofía del derecho, un libro de cabecera para cualquiera que desee conocer a los padres del pensamiento humano de forma concisa.
El ejército por dentro (1990, reeditado por Cristina y Juan Carlos en Madrid, 2010) Autobiografía, donde narra su infancia y los hechos que vivió al ser destinado al Protectorado de Marruecos, fundamental para conocer una parte oculta de la historia de España.
Apuntes para una filosofía de la guerra (1991) Una profunda reflexión sobre las causas de las guerras y los cambios que se han producido a lo largo de la Historia.
Cartas (1972-1991) Recolección de cartas de los años 70 a 90, la mayoría a su querido amigo el “cura B”, y también a hijos y nietos.
Humo y Soliloquios (1993) Una recopilación de sus escritos de los años 50 y 70, también conferencias y cartas al “cura B”, y también a sus hijos y nietos.
La Tentación de Pensar (1996) Una colección de escritos, desde el sexo hasta la religión, pasando por don Bernardo. “Un andar errático por los campos del pensamiento”, escribió.
Pasos Errantes (1997) Después de un comienzo –a modo de esos prólogos que detestaba- sobre la literatura y el pueblo, nos presenta cuatro de sus relatos “africanistas”, uno de ellos “LA MUERTE DEL LEGIONARIO”, reproducido anteriormente en este blog.
Gente (1999) Unos preciosos relatos sobre personajes corrientes de la Historia, desde el señor Carracuca, hasta Augusto Plator, Herminio o Hermógenes.
Postrimerías (2001) Una serie de relatos que, desde la fábula, el esperpento, y hasta el surrealismo, bordean el pensamiento de la existencia y la muerte.
Apuntes para una filosofía de la guerra (1991) Una profunda reflexión sobre las causas de las guerras y los cambios que se han producido a lo largo de la Historia.
Cartas (1972-1991) Recolección de cartas de los años 70 a 90, la mayoría a su querido amigo el “cura B”, y también a hijos y nietos.
Humo y Soliloquios (1993) Una recopilación de sus escritos de los años 50 y 70, también conferencias y cartas al “cura B”, y también a sus hijos y nietos.
La Tentación de Pensar (1996) Una colección de escritos, desde el sexo hasta la religión, pasando por don Bernardo. “Un andar errático por los campos del pensamiento”, escribió.
Mis Dudas (2003) Son cinco artículos sobre la transcendencia, donde examina el Poder, las interpretaciones de Freud, la religión, el amor, y la propia existencia.
Reflexiones (2005) Un posicionamiento personal sobre diversos temas, desde la ciencia hasta la Generación del 98, o las reflexiones de Don Quijote y Sancho.
Neura (2009) Uno de sus mejores libros, “…tan pronto se ha resuelto un problema, aparece otro…” y Dyson, Atkin, Fibonacci, Penrose, Platón, Gödel, Crick, Kronecker, Kant… “Pero la realidad es que las matemáticas son una invención de la especie humana”
Disparates Lógicos (2014) Su última obra impresa fue un ensayo sobre sus hipótesis, incidiendo en los temas que siempre le inquietaron, y a la vez buscando una explicación optimista a través de sus lecturas.
Nos dejó en Tres Cantos –Madrid- el 8 de febrero de 2020, a los 92 años, según su deseo fue incinerado con el hábito de los frailes Capuchinos de San Antonio de Zaragoza, con su gorro de la Legión, una pipa y su bastón.
Hasta la vista amigo, siempre estaré en deuda contigo.


El ejército por dentro (1990) Capítulo III, pág.149-150

“Es verdad, que los vicios de los legionarios formaban parte de la propia vida de la Legión (la gente normal no iba allí), por ser un refugio de desesperados o desgraciados, pero yo esperaba otra cosa cuando fui al Tercio. Creía que se podía mantener la gloriosa tradición de la Legión, pero adaptándola a los tiempos modernos, como había hecho la francesa, que la había convertido en una Unidad de combate moderna. La tradición no podía convertirse en una cáscara vacía de contenido. Había que hacer lo que dicen los ingleses: "Es preciso beber el vino nuevo en odres viejos". En cuanto a experiencia, o huella, que la Legión dejó en mí, creo que ha sido mucho más de lo que entonces creía. En primer lugar, adquirí una cierta "postura" (teatral), muy apta para ejercer el mando. El conocimiento de ese submundo situado en los límites de la credibilidad, para los burgueses de la clase media (perdón por la etiqueta) y me interesé por los problemas sociales y las teorías de Freud. Conocí, que mi categoría militar no era más que un accidente de la vida (legal), y que cualquier subordinado podía valer personalmente más que yo, por lo que mi prerrogativa jurisdiccional me permitía sancionar, pero no vejar, ni faltar el respeto, al subordinado. Me dio el sentido de la lealtad, independientemente de que el jefe me cayera simpático o no; y el valor para contradecirlo, cuando mi conciencia me lo dictara, sin temer las consecuencias. También abandoné el concepto de compañero como sinónimo de amigo. Pues he considerado que el compañerismo se da por el simple hecho de pertenecer a la colectividad militar, se pertenezca o no a la misma promoción, sea de una u otra procedencia, incluso, se tenga antipatía o simpatía. Como se ve, adquirí buen bagaje para mi vida militar y civil. Y, por último, añadiré la última experiencia. Cuando iba a marchar a mi nuevo destino, pedí al capitán encargado de la compañía de transeúntes de Larache, que me prestara un carro, para llevar mi baúl desde la residencia hasta el autobús. Me contestó, que yo no pertenecía ya al Tercio y no me lo dejaba. Desde entonces cuando me he marchado de un sitio no he vuelto más. Siempre que he partido ha sido sin volver la vista atrás.”


El ejército por dentro (1990) Capítulo IV, pág. 222

“Añadiré, que mi falta de fe en el mando alcanzaba al propio Jefe del Estado, al que había visto meter la pata hasta el fondo. En cuanto al aspecto del colonialismo diré, que Marruecos le costaba dinero a España; es decir, de allí no se sacaba ningún beneficio. Al contrario, los productos españoles que se vendían allí estaban más baratos que en la península (un librito de papel de fumar llevado allí por Tabacalera, costaba la mitad de precio que en España) y cuando, por causa de sequía, la gente del Protectorado sufría escasez de alimentos, inmediatamente se enviaban camiones cargados con cebada para el pan y otros productos de primera necesidad, que se repartían en las kabilas. También se llevaban a cabo trabajos de abrir pistas (que no servían para ir a ningún sitio), con objeto de pagar jornales. Me imagino que algo así es lo que ahora se llama "trabajo comunitario". Siempre se ha dicho que los países europeos sacaban los productos de las colonias, especialmente alimentos. Pero al ser libres se mueren de hambre. Nunca, en tiempos de colonialismo, pasaron hambre los nativos de las colonias, como ocurre hoy en todos ellos. Y, por supuesto, los derechos humanos eran más respetados bajo administración inglesa o francesa que bajo sus propios y actuales líderes. No cabe pensar en un Idi Amín, Bokasa, etc. en aquella época. En cuanto a nuestra gente del Rif, al poco tiempo de la independencia, lo pasaron tan mal que se sublevaron y fueron masacrados por tropas enviadas desde el Sur. Pidieron armas a los oficiales españoles, pero nuestro Gobierno no autorizó la entrega.”