El ser humano se halla a medio
camino entre los dioses y las bestias.
PLOTINO
Nebulosa del Anillo. Fotografía del Telescopio Hubble. |
En buena lógica, ¿no debería la
mente del orador conocer la sustancia del tema sobre el que se dispone a hablar?
PLATÓN
-Fedro-
No sé de un solo tratado, antiguo o
moderno, que pueda proporcionarme una explicación convincente del medio físico que me rodea. La
mitología es lo que más se acerca a lo que busco.
HENRY DAVID
THOREAU -The Journal-
“Jacob Bronowski forma parte del
reducido grupo de hombres y mujeres que en el transcurso de la historia se han sentido
atraídos y han logrado acceder a toda la gama del saber humano: las letras, las
ciencias, la filosofía y la psicología. Bronowski rebasa el ámbito de la
especialización en una sola disciplina para sobrevolar el vasto panorama de la
erudición humana. Su libro, The ascent of man, adaptado también para la
televisión, constituye un soberbio instrumento educativo a la par que un
notable tributo al pasado. En cierto modo viene a relatarnos la evolución
paralela del ser biológico y del ser intelectivo.”
“El último capítulo de la obra y
episodio final de la serie televisiva, titulado «La dilatada infancia», hace referencia
al vasto periodo de tiempo —mucho más prolongado en los individuos de nuestra
especie que en los de cualquier otra si tomamos como referencia la duración
total de sus respectivas vidas— en que el niño permanece bajo la dependencia
del sujeto adulto y su gran plasticidad, es decir, la capacidad que posee para
adaptarse al entorno físico y cultural. Casi todos los organismos terrestres
actúan en buena medida conforme al legado genético de que son portadores y que
ha sido «previamente transmitido» al sistema nervioso del individuo, siendo la información
extra-genética recogida en el curso de su vida un factor secundario.”
“Sin embargo, en el caso del hombre
y de los demás mamíferos sucede exactamente lo contrario. Sin desconocer el notable
influjo del legado genético en nuestro comportamiento, nuestros cerebros
ofrecen muchísimas más oportunidades de establecer nuevos modelos de conducta y
nuevas pautas culturales en cortos periodos de tiempo que en cualquier otro ser
vivo. Por decirlo de algún modo, hemos concertado un pacto con la naturaleza
según el cual el difícil proceso de maduración del niño viene compensado por su
capacidad de aprendizaje, lo que incrementa en gran manera las posibilidades de
supervivencia de la especie humana. A más abundamiento, el ser humano, en la
restringida y más reciente fase de su largo devenir biológico-intelectivo, se
ha procurado no sólo información extra-genética, sino también conocimientos
extrasomáticos, o sea, información acumulada fuera de nuestro cuerpo, fenómeno
del que la escritura constituye el ejemplo más significativo. Las
transformaciones evolutivas o genéticas se consuman al cabo de extensos
periodos de tiempo. Para determinar el intervalo que media entre la aparición
de una especie superior a partir de su antecedente podría tomarse como base un periodo
de cien mil años; por lo demás, con frecuencia las diferencias de comportamiento
entre especies animales muy próximas —leones y tigres, por ejemplo— no parecen
ser muy considerables. Una muestra de evolución reciente de un elemento
corporal en el hombre la tenemos en los dedos del pie. El dedo gordo desempeña
una función importante en la conservación del equilibrio al andar, pero el
papel de los restantes dedos no es, ni muchísimo menos, tan manifiesto. Es
indudable que estos dedos son un elemento evolucionado de los apéndices
digitales que algunos animales, como los simios y los monos trepadores,
utilizan para aferrarse o maniobrar ágilmente. Este ejemplo de evolución
constituye una re -especialización, es decir, la adaptación de un órgano
primitivamente evolucionado para una función específica a otra muy distinta,
que no se materializó por completo hasta transcurridos unos diez millones de
años. (Los pies del gorila de las montañas han seguido una evolución pareja,
aunque enteramente autónoma.)”
“Hoy, sin embargo, no es preciso
aguardar diez millones de años en espera de que se produzca la próxima mutación.
Vivimos una época de cambios acelerados sin precedentes, y puesto que estos
cambios son en buena parte obra humana, es imposible soslayarlos. No queda más
alternativa que ajustarse, adaptarse al cambio, controlarlo o perecer.”
“Probablemente, sólo un mecanismo de
aprendizaje extra-genético puede afrontar el rapidísimo proceso de transformación
que soporta la especie humana. En este sentido, la rápida evolución del
intelecto humano que hoy se observa es, por un lado, la causa, y por otro, la
única solución concebible a los muchos y graves problemas que nos acechan. Creo
de veras que una mejor comprensión de la naturaleza y evolución de inteligencia humana puede ayudarnos a enfocar con lucidez los peligros ignotos
que sin duda esconde el futuro.”
“Otra de las razones que me han
movido a interesarme por el tema de la evolución del factor cognoscitivo es que
hoy, por vez primera en la historia, disponemos de un poderoso instrumento que permite
establecer comunicación a través de las inmensas distancias interestelares. Me
refiero al radiotelescopio de gran alcance. Aunque un tanto a ciegas y con paso
vacilante, hemos empezado a utilizarlo a ritmo creciente para dilucidar si
existen otras civilizaciones ubicadas en extraños mundos, a distancias
inimaginables, que están enviando radiomensajes a la tierra. Tanto la
existencia de dichas civilizaciones como la naturaleza de los hipotéticos mensajes
que tal vez transmitan sólo se conciben en la universalidad de la evolución del
cerebro humano tal como se ha producido en nuestro planeta. De ahí que parezca
lógico suponer que el estudio de la evolución del ser racional en la Tierra
permitirá obtener pistas o perspectivas que arrojen un poco de luz a la
investigación sobre la existencia de seres inteligentes en el espacio extraterrestre.”
Me complació en extremo inaugurar el
ciclo de conferencias sobre filosofía natural dedicado a la memoria de Jacob
Bronowsky que organizara la Universidad de Toronto en noviembre de 1975.”
Cominezo de LOS DRAGONES DEL EDEN de CARL
SAGAN
,Especulaciones
sobre la evolución de la inteligencia humana. Publicado en 1977. Premio
Pulitzer 1978.
Introducción de COSMOS , Carl Sagan,
1980.
Edición en castellano: Editorial
Planeta, mayo de 1982. (Mi edición es la cuarta, de octubre de 1982)
Llegará
una época en la que una investigación diligente y prolongada sacará a la luz cosas
que hoy están ocultas. La vida de una sola persona, aunque estuviera toda ella dedicada
al cielo, sería insuficiente para investigar una materia tan vasta... Por lo
tanto este
conocimiento sólo se podrá desarrollar a lo largo de sucesivas edades. Llegará una
época en la que nuestros descendientes se asombrarán de que ignoráramos cosas
que para ellos son tan claras... Muchos son los descubrimientos reservados para
las épocas futuras, cuando se haya borrado el recuerdo de nosotros. Nuestro universo
sería una cosa muy limitada si no ofreciera a cada época algo que investigar...
La naturaleza no revela sus misterios de una vez para siempre.
SÉNECA, Cuestiones naturales, libro
7, siglo primero
Nuestros antepasados estaban muy
ansiosos por comprender el mundo, pero no habían dado todavía con el método
adecuado. Imaginaban un mundo pequeño, pintoresco y ordenado donde las fuerzas
dominantes eran dioses como Anu, Ea y Shamash. En este universo las personas
jugaban un papel importante, aunque no central. Estábamos ligados íntimamente
con el resto de la Naturaleza. El tratamiento del dolor de muelas con cerveza
de segunda calidad iba unido a los misterios cosmológicos más profundos.
Actualmente hemos descubierto una
manera eficaz y elegante de comprender el universo: un método llamado ciencia. Este
método nos ha revelado un universo tan antiguo y vasto que a primera vista los
asuntos humanos parecen de poco peso. Nos hemos ido alejando cada vez más del
Cosmos, hasta parecernos algo remoto y sin consecuencias importantes para
nuestras preocupaciones de cada día. Pero la ciencia no sólo ha descubierto que
el universo tiene una grandeza que inspira vértigo y éxtasis, una grandeza
accesible a la comprensión humana, sino también que nosotros formamos parte, en
un sentido real y profundo, de este Cosmos, que nacimos de él y que nuestro
destino depende íntimamente de él. Los acontecimientos humanos más básicos y
las cosas más triviales están conectadas con el universo y sus orígenes.
Este libro está dedicado a la
exploración de estas perspectivas cósmicas. En la primavera y otoño de 1976 yo
formaba parte del equipo de imagen en vuelo del vehículo de aterrizaje Viking,
y me dedicaba junto con cientos de científicos colegas a la exploración del
planeta Marte. Por primera vez en la historia humana habíamos hecho aterrizar
dos vehículos espaciales en la superficie de otro mundo. Los resultados,
descritos de modo más completo en el capítulo 5, fueron espectaculares, y el
significado histórico de la misión quedó claro para todos. Sin embargo, el
público en general apenas sabía nada de estos grandes acontecimientos. La
prensa en su mayoría no les prestaba atención; la televisión ignoró la misión
casi por completo.
Premonición catastrófica del Calentamiento Global ¿política o ciencia? ¿Sagan sería políticamente correcto o dudaría de todo? |
Esta obra y la serie televisiva
evolucionaron conjuntamente. En cierto modo cada una se basa en la otra. Muchas
ilustraciones de este libro se basan en los impresionantes montajes visuales preparados para
la serie televisiva. Pero los libros y las series televisivas tienen unos públicos
algo diferentes y permiten enfoques distintos. Una de las grandes virtudes de un libro
es que permite al lector volver repetidamente a los pasajes oscuros o difíciles; esta
posibilidad no se ha hecho real en la televisión hasta hace poco con el desarrollo de la
tecnología de los discos y las cintas de vídeo. El autor, al elegir el alcance y
profundidad de sus temas, dispone de mucha mayor libertad cuando escribe un
capítulo de un libro que cuando elabora los cincuenta y ocho minutos con treinta segundos,
dignos de Procusto, de un programa de televisión no comercial. Este libro trata
muchos temas con mayor profundidad que la serie de televisión. Hay temas discutidos
en el libro que no se tratan en la serie televisiva y viceversa. Cuando escribía estas
líneas no era seguro que sobreviviera a los rigores del montaje televisivo la serie de
dibujos basados en Tenniel de Alicia y sus amigos en ambientes de alta y baja gravedad.
Me encanta haber podido acoger aquí estas preciosas ilustraciones del
artista, Brown, y la discusión que las acompaña. En cambio no aparecen aquí representaciones
explícitas del calendario cósmico, que aparece en la serie televisiva, en parte
porque el calendario cósmico se discute ya en mi obra los Dragones del Edén; tampoco he
querido tratar aquí muy detalladamente la vida de Robert Goddard, porque le dediqué
un capítulo en El cerebro de Broca. Pero cada episodio de la serie televisiva
sigue con bastante fidelidad el correspondiente capítulo de esta obra; y me gusta imaginar
que el placer proporcionado por una obra aumentará gracias a las
referencias que da sobre la otra.
En algunos casos y por razones de
claridad he presentado una idea más de una vez: al principio de modo superficial y
luego con mayor profundidad en sucesivas ocasiones. Esto sucede por ejemplo
con la introducción a los objetos cósmicos del capítulo 1, que luego son
examinados de modo más detallado; o en la discusión de las mutaciones, las enzimas y los
ácidos nucleicos del capítulo 2. En unos pocos casos los conceptos se han presentado
sin tener en cuenta el orden histórico. Por ejemplo, las ideas de los antiguos
científicos griegos aparecen en el capítulo 7, bastante después de la discusión de
Johannes Kepler en el capítulo 3: Pero creo que la mejor manera de apreciar a los griegos
es ver primero lo que estuvieron en un tris de conseguir.
La ciencia es inseparable del
resto de la aventura humana y por lo tanto no puede discutirse sin entrar en contacto,
a veces de pasada, otras veces en un choque frontal, con un cierto número de cuestiones
sociales, políticas, religiosas y filosóficas. La dedicación mundial a las
actividades militares llega a introducirse incluso en la filmación de una serie televisiva
dedicada a la ciencia. Cuando simulábamos la exploración de Marte en el
desierto de Mohave con una versión a escala real del vehículo de aterrizaje Viking,
continuamente nos veíamos interrumpidos por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que
llevaba a cabo vuelos de bombardeo en el cercano campo de pruebas. En Alejandría,
Egipto, cada mañana de nueve a once nuestro hotel se convertía en el objetivo
de prácticas de hostigamiento de la Fuerza Aérea egipcia. En Samos, Grecia, hasta
el último momento no nos dieron permiso para filmar en ningún punto de la isla, debido
a unas maniobras de la OTAN y a la construcción bajo tierra y en laderas de montañas
de unas madrigueras destinadas claramente a emplazamientos de artillería y
tanques. En Checoslovaquia la utilización de walkie talkies para organizar el apoyo
logística en la filmación de una carretera rural atrajo la atención de un caza de la Fuerza Aérea
checa que se puso a dar vueltas sobre nosotros hasta que pudimos
convencerle en checo de que no estábamos perpetrando nada que amenazara la seguridad
nacional. En Grecia, Egipto y Checoslovaquia nuestros equipos de filmación iban
acompañados en todas partes por agentes del aparato estatal de seguridad. Unas
gestiones preliminares para filmar en Kaluga, URSS, e incluir unas secuencias en
proyecto sobre la vida de un pionero ruso de la astronáutica, Konstantin
Tsiolkovsky, toparon con una negativa: después descubrimos que se iban a celebrar allí unos
juicios contra disidentes. Nuestros equipos de filmación fueron tratados con
mucha amabilidad en todos los países que visitamos; pero la presencia militar global,
el temor en el corazón de las naciones, era omnipresente. Esta experiencia
confirmó mi decisión de tratar las cuestiones sociales que fueran relevantes, tanto en la
serie como en el libro.
La esencia de la ciencia es que se
autocorrige. Nuevos resultados experimentales y nuevas ideas están resolviendo
continuamente viejos misterios. Por ejemplo en el capítulo 9 hablamos de que el Sol
parece estar generando un número demasiado pequeño de neutrinos, unas
partículas muy difíciles de captar. Allí se repasan algunas de las explicaciones propuestas.
En el capítulo 10 nos preguntamos si hay materia suficiente en el universo para que
llegue a detener en algún momento la recesión de las galaxias distantes, y si el
universo es infinitamente viejo y por lo tanto increado.
Los experimentos de Frederick
Reines de la Universidad de California, pueden haber echado desde entonces algo de luz
sobre estas cuestiones; este investigador cree haber descubierto: a) que los
neutrinos existen en tres estados distintos, de los cuales sólo uno podía detectarse con los
telescopios de masa, de modo que la gravedad de todos los neutrinos en el espacio
puede contribuir a cerrar el Cosmos y a impedir que se expanda indefinidamente.
Futuros experimentos dirán si estas ideas son correctas. Pero son ideas que
ilustran el replanteamiento continuo y vigoroso a que se somete la sabiduría
transmitida y que es un elemento fundamental de la vida científica. Es
imposible en un proyecto de esta magnitud dar las gracias a todos los que han contribuido a él. Sin embargo me
gustaría expresar una gratitud especial a B. Gentry Lee; al personal de producción de
Cosmos, entre ellos los productores principales Geoffrey Haines Stiles y David
Kennard y el productor ejecutivo Adrian Malone; a los artistas Jon Lomberg (quien jugó
un papel clave en el diseño original y en la organización de los montajes
visuales de Cosmos), John Allison, Adolf Schaller, Rick Stembach, Don Davis, Brown y Anne
Norcia; a los consejeros Donald Goidsmith, Owen Gingerich, Paul Fox y Diane Ackerrnan,
a Cameron Beck; a la dirección de KCET, especialmente Greg Adorfer, que
nos presentó por primera vez la propuesta de KCET, Chuck Allen, William Lamb, y James
Loper; y a los subguionistas y coproductores de la serie televisiva Cosmos,
incluyendo a la Atlantic Richfield Company, la Corporación para la Radiodifusión Pública, las
Fundaciones Arthur Vining Davis, la Fundación Alfred
P. Sloan, la British Broadeasting Corporation, y Polytel International. Al final de la obra se dan los nombres de
otros colaboradores que ayudaron a esclarecer cuestiones de detalle o de
enfoque. Sin embargo, como es lógico la responsabilidad final del contenido del libro
recae sobre mí. Doy las gracias al personal de Random House, especialmente a la
encargada de la edición de mi obra, Anne Freedgood, y al diseñador del libro, Robert
Aulicino, por su experta colaboración y por la paciencia que demostraron cuando las fechas
límite para la serie televisiva y para el libro parecía que entraban en conflicto. Tengo una
deuda especial de gratitud para con Shirley Arden, mi ayudante ejecutiva, por
mecanografiar los primeros borradores de este libro y por conducir los borradores
posteriores a través de todas las fases de producción con la alegre competencia que le
caracteriza. Es éste únicamente uno de los muchos motivos de agradecimiento profundo
que el proyecto Cosmos tiene con ella. Me siento más agradecido de lo que pueda
expresar a la administración de la Universidad de Cornell por concederme una
excedencia de dos años que me permitió llevar a cabo este proyecto, a mis colegas y
estudiantes de la Universidad, y a mis colegas de la NASA, del JPL y del equipo de
óptica del Voyager.
El agradecimiento más profundo por
la elaboración de Cosmos se lo debo a Ann Druyan y a Steven Soter, mis
coguionistas de la serie televisiva. Contribuyeron de modo fundamental y repetido a las
ideas básicas y a sus conexiones, a la estructura intelectual general de los
episodios, y a la justeza del estilo. Agradezco mucho sus lecturas intensamente críticas de
las primeras versiones de este libro, sus sugerencias constructivas y creativas para la
revisión de muchos borradores, y sus contribuciones importantes al guión de televisión
que influyeron de muchas maneras en el contenido de este libro. La satisfacción que
me proporcionaron las muchas discusiones sostenidas es una de mis
recompensas principales por el proyecto Cosmos.
Ithaca y Los Ángeles, mayo de
1980. -Carl Sagan-
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