Tal vez el último escritor de
viajes con éxito.
Es un hecho que el telégrafo no
mató la literatura de viajes, ni la radio, ni el cine, ni tan siquiera la
televisión, hasta que llegó internet.
Pero todavía en los años 80 y los 90 del pasado siglo se vendían libros a destajo, al tiempo que se asentaban las democracias, aumentaba el nivel de vida, las empresas estales reajustaban sus plantillas, y terminaba eso del mismo trabajo hasta la jubilación, la garantía funcionarial del sustento, los derechos adquiridos, los trienios y aguinaldos (no creo descubrir que es la cuestión putativa de casi todo) por otra parte saltar de una redacción de periódico a ser freelance (buscarse la vida encontrando noticias o publicar en las editoriales) es una actividad recurrente desde Balzac por lo menos. Y aquí Javier Reverte, que intentaba ser un profesional de la escritura de autor sin conseguirlo, tuvo la epifanía de maridar con arte literario el viaje y los viajeros, y logró la originalidad suficiente para vender un porrón de libros corriendo los lugares que pisaron los exploradores del siglo XIX, los románticos de las fuentes del Nilo, la búsqueda del reconocimiento y la fama por la aventura, pateando las huellas de los adinerados y ociosos ingleses que recorrían el mundo solo por placer, capaces de sufrir lo indecible para soslayar su prepotencia. Javier Reverte mamó aquella literatura, igual que yo, a Richard Burton, John H. Speke, Henry Morton Stanley (que también estuvo dando noticia en la revolución de 1869 en Zaragoza) David Livingstone. Y por supuesto rescató del olvido (olvidar, algo tan nuestro) al misionero jesuita Pedro Páez, que ya en 1618 encontró el nacimiento del Nilo, cosa que los británicos desconocían o quisieron desconocer.
Que viajar también es leer. A fin
de cuentas, la vida es un viaje constante en el tiempo, y la literatura captura
esos precisos momentos y los mantiene hasta que alguien los vuelve a encontrar
pasando las páginas de un libro.
Pág. 89.- “Podíamos verlos en
el instante en que, con lentitud, se desgajaban del suelo, sangrando cuajarones
de barro rojo y negro, como muelas podridas arrancadas con violencia de las encías
de la tierra por las pinzas de un dentista insensible al dolor.”
Pág. 94.- “Sin duda la patria
es un orgullo banal, crezca sobre la tierra que crezca, sobre la pobreza o
sobre la abundancia.”
Pág. 116.- “Y digo bien,
porque en aquella noche se unieron ante mí los dos sentidos del término
escatología, según señala el diccionario de la lengua española: la referencia
al mundo de ultratumba y la que aluda a los excrementos humanos.”
Pág. 117.- “Pero a mí me gusta
más su Pantaleón, la historia del militar que debe organizar la forma de
atender en sus necesidades sexuales a las tropas diseminadas en puestos
perdidos de la selva, alrededor de Iquitos.”
Pág. 151.- “Pero la gran
revolución sobrevino en 1839, de manos de Charles Goodyear, un norteamericano
que inventó la vulcanización, combinando el azufre con la goma elástica y
logrando que ésta conservara su flexibilidad, sin que le afectasen los cambios
de temperatura.”
Pág. 152.- “…el francés Edouard
Michelin ideó el primer neumático desechable. Goodyear, Dunlop, Michelin y,
junto a ellos, otros cuantos magnates, fundaron empresas de recolección,
producción e industrialización del caucho entre los años 1884 y 1900.”
Pág. 206.- “En
síntesis, las reducciones trataban de unir en pueblos y caseríos a las etnias
nativas diseminadas por las selvas para hacerlas autosuficientes.”
Pág. 307.- “Não
bebía nem fumaba.”