¿Cuál
es tu autoubicación como votante?, preguntan ellos.
Y
respondo: ¿puede ser esa pregunta una parte de las maniobras necesarias para
que votes lo que ellos quieren que votes?
¿Para
qué se hacen las encuestas de opinión? Tanto las pagadas por los medios o los
partidos, como las de las agencias gubernamentales (el CIS de Tezanos, o cualquier
otro) ¿Qué interés tienen?
Y
respondo: Solo son un método para escribir el relato de la realidad (cuestión
esencial para alcanzar el “Poder”) y es mejor todavía cuando el relato parece
ser escrito por uno mismo.
Esa
es una de las tácticas, lentas, pero efectivas, y hasta se consigue que
partidos ultranacionalistas, como Junts per Catalunya, o PNV (herederos
directos de la oligarquía xenófoba, racista y opresora del siglo XIX) pasen
como partidos de la “progresía”, y que otros como Bildu (herederos del brazo
armado de la banda terrorista ETA) y ERC (sucesores del fascismo catalán de los
años 30 del siglo XX) queden impolutos ante el votante desconocedor de la
Historia, escaso de sentido crítico y sin capacidad de discernir entre la
verdad y la mentira (tal vez el 80%)
Para
manipular la realidad no es necesaria la célebre “Inteligencia Artificial” tan
en boga últimamente con la intención de hacer caja (que ni es inteligente es el
sentido real del término, y todo lo artificial que puede ser cualquier cosa
creada por el ser humano, que por supuesto es una creación de la evolución darwiniana)
Ese es el logro de Sánchez, Putin, Maduro o Trump, o el de otros tipos de su
calaña, abundantes en la política internacional, sin el menor atisbo al
escrúpulo y a cualquier justificación ética en la toma de decisiones, todo vale
para mandar.
Los
estudios estadísticos que se hacen públicos suelen confirmar lo que quiere
confirmar el que paga el estudio estadístico (ocurre también sobre otros temas pertenecientes
a la “corrección política”, que los
técnicos y científicos claudican pronto ante un buen “plato de lentejas”) Para
los politólogos, expertos en demoscopia, y demás gurús de las campañas
electorales y del marketing, existe una regla fundamental, la regla de la
profecía autocumplida.
España
tiene una escasa tradición democrática, nunca se había votado libremente hasta
la Transición (el advenimiento real de un Estado democrático, algo desconocido
para algunos) en la II República no se votó libremente, estuvo plagada de
irregularidades y violencia, con partidos en procesos revolucionarios, tanto
comunistas, anarquistas, o nacional-socialistas, todos recelosos del Estado de
Derecho y de una Democracia inequívoca. Y menos en la Primera República y hasta
en el Trienio Liberal, ni se les pasaba por la cabeza que pudieran votar las
mujeres, ser votante era: la contribución o el sorteo amañado.
Siempre
pensé que la izquierda tenía razón, que la derecha era lo peor, lo malo, lo
reaccionario, los enemigos del pueblo, del trabajador, del ciudadano, de la
libertad.
Pregunta:
¿Cómo podía saber si eso era verdad?
Repuesta:
No lo podía saber y no lo supe, mi pensamiento no era propio, era adquirido a una
“fe” que parecía decir la verdad, como todas, y a los que defendían esa “fe”
con entusiasmo.
Creo
que “la izquierda” representa el avance, la educación, los ideales de la razón,
sin embargo, ahora sé que no tiene la exclusiva y que, por desgracia, la prueba
es la historia. En ocasiones la autoproclamada “izquierda” es lo contrario a la
libertad, a la justicia, a la equidad, a la democracia, y defiende banderas puramente
estratégicas, mintiendo y erigiendo héroes a los villanos.
Es
curioso que las comunidades donde los ciudadanos se creen más de izquierdas
sean las que después voten a partidos más de derechas (los ultranacionalistas
vascos y catalanes) es evidente que existe algo que altera el resultado de la
ecuación, tal vez los encuestados mientan, tal vez la precepción de lo que es
izquierda y derecha no sea algo científico, o tal vez el adoctrinamiento, el
sectarismo, el clientelismo, la corrupción, el chovinismo, la manipulación
informativa, el amedrentamiento, el populismo, el discurso del reparto de la
riqueza, de la igualdad hipotética, de la brecha entre ricos y pobres, de la
solidaridad, del buenismo, del miedo a la derechona y al dóberman, hayan vencido.
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