domingo, 30 de enero de 2022

Julio Andrade Cola se nos fue.

El 8 de febrero de 2020, Julio nos dejó, y ante ese cercano aniversario y como anticipo a un post biográfico posterior, qué mejor tributo que su obra.  

En el año 2003, escribió MIS DUDAS, cinco artículos de unas 20 o 30 páginas sobre la transcendencia, desde una profunda reflexión sobre el Poder, pasando por Edipo, el Politeísmo-Monoteísmo, y el Amor. El cuarto capítulo lo tituló: Esencia y Existencia, y es para mí una meditación impecable y digna de interés, por ello la reproduzco aquí; que leyendo al escritor, permanecerá vivo para siempre. 


E S E N C I A

 I

Voy a tratar un tema arduo, al que los hombres, especialmente filósofos y teólogos, han dedicado muchas horas de estudio, y han proclamado bastantes teorías al respecto, sin embargo, creo que si alguien hubiera llegado al descubrimiento de la verdadera esencia, sería como haber encontrado a Dios y haberlo definido; casi se podría decir, que había llegado a ser el mismo Dios. Como en aquel artículo de la "Codorniz" (creo que de Pitigrilli) en el que un sabio (no filósofo, ni teólogo) encuentra una forma matemática en la que descubría a Dios. Perplejo y asustado, repasaba una y otra vez desde el principio sus cálculos y transformaciones y..., no había duda: allí estaba Dios.

Cuando, abrumado, meditaba sobre la dichosa fórmula, oyó una voz que le decía: "Bueno, por fin me has encontrado, ahora escóndete tú que yo te buscaré".

El cuento nos insinúa la idea que mantengo de que la esencia general y absoluta representaría el principio de todo, como un Big Bang anterior al que originó el principio del universo y, en definitiva, de lo que las religiones llaman Dios, y los no religiosos, principio inicial y fundamental de todo lo que existe.

Otra deducción es que, no sé si intencionadamente o no, el descubrimiento de Dios no lo hace un teólogo ni un filósofo, sino un científico, y que dicho descubrimiento no se realiza (o basa) por especulaciones, sino mediante una fórmula matemática.

La verdad es, que a lo largo de la historia del pensamiento humano, para explicar los fenómenos (cosas y actos) que rodean al hombre, sin comprender su significado, ni sus causas, ni sus efectos, ni su sentido, se han tomado los conocimientos de cada época como base de partida para luego llevar a cabo las especulaciones pertinentes, por ejemplo: Si vemos salir el Sol todos los días aproximadamente por el mismo sitio y recorrer un trayecto determinado, el hombre supone, que el astro se mueve siguiendo dicha trayectoria y, en consecuencia, dando por buena esa experiencia, especula sobre ella. Al conocerse (por medio de la ciencia) que es la Tierra, y no el Sol, quien se mueve, la especulación varía en función del nuevo conocimiento.

Esta regla, sin embargo, no rige para la teología, que primero ataca los resultados de la ciencia y luego hace caso omiso de ella, pues como se ve, después de conocer el Big Bang, la existencia de los dinosaurios, o las teorías de Darwin, se mantienen en toda su extensión las explicaciones bíblicas sobre la creación.

Los científicos, han sido los que una y otra vez han ido mostrando los errores de las especulaciones filosóficas y religiosas, pero sin embargo muy pocas veces han elaborado unas teorías relacionadas con sus descubrimientos. Seguramente, porque son conscientes de que van avanzando, pero como no han llegado al final del camino, se abstienen de hacer juicios sobre principios inmutables, cosa que no empacha ni a teólogos, ni a muchos filósofos.

Después de estos párrafos, se podría decir que la filosofía debe ser desechada, y sin embargo por mi parte, creo que cumple una función necesaria (al menos muy importante), ya que el hombre no se conforma con ver los fenómenos que le rodean y encogerse de hombros, sino que le intrigan y tiene necesidad de darles una explicación lo más lógica posible (aunque sea subjetiva). Explicación que le resulta indispensable para situarse en el entorno que vive, pues esas convicciones son la base de su propia vida, tanto en el orden de comprensión sobre lo que le rodea y su sentido, como su propio orden moral, dentro de la cultura en que se desenvuelve. Y no importa que más tarde (cuando quizás ,el ya no exista) los presupuestos varíen.

Es interesante a este respecto recordar, cómo en la niñez, cuando no se conocen las cosas, no por eso dejan los niños de darles explicación; y en algunos programas televisivos eran sorprendentes las que los niños daban a determinadas preguntas. Yo recuerdo alguna de mi niñez, como la de que un día, que jugaba con otro chico en casa de mi abuela, nos dimos cuenta de que en un cuadro que debía representar a la Virgen, ésta, en cualquier punto de la habitación que estuviéramos, parecía mirarnos. Sin saber nada de que cuando se hace un retrato mirando a la cámara (en este caso al pintor), los ojos siempre miran al que lo contempla, lo atribuimos a un milagro, y que nos vigilaba para que no hiciéramos travesuras.

Pero si varían durante la propia vida, se da el caso de muchas personas que se obstinan en mantener los presupuestos del pasado, porque destruir "el templo" no es difícil; lo verdaderamente difícil es "reconstruirlo en tres días".

Volviendo al tema de la filosofía, es obvio que no debe especular sin base científica, y aunque no pueda el filósofo ser un científico, sí debe tener conocimiento de los avances que la ciencia aporta para construir sus teorías, y una vez que se producen ver cómo queda el pensamiento, pues es innegable que el pensamiento humano antes de Galileo (o Darwin) no puede ser el mismo que después de ellos.

Lo ideal sería que se diera en la misma persona las dos características, pero eso es raro y cuando, por su parte, los científicos han especulado sobre filosofía, sus conclusiones no han sido nada brillantes: Recuerdo haber leído en un libro sobre las partículas pequeñas y la escuela de Copenhague, que el autor, al terminar, hacía una reflexión sobre lo explicado, manifestando que en dicha constitución de la materia nos encontrábamos con las teorías de Platón, porque el mundo que nuestros sentidos nos muestra no es real según la ciencia.

Respecto las religiones, que hablan de la esencia divina como si la conocieran (En la comunión Dios está en esencia y presencia y creo que en potencia) de toda la vida, su misión más que averiguar estos problemas, es darlos por resueltos con objeto de influir en la moral general de sus fieles y en dar esperanza y consuelo, en especial por el problema de la muerte.

Y todo esto que digo, tiene el único objeto de advertir al posible lector de este escrito, que no voy a pretender que sea yo el que diga la última palabra sobre la esencia, cuando mentes muy por encima de la mía no lo han conseguido, y que sólo pretendo hacer unas reflexiones que den respuesta a mis propias preguntas. Preguntas y respuestas, que tal vez no coincidan con quien las lea, lo que en el fondo me parece muy bien. Además, que si por un azar diera con la fórmula de la substancia (Dios), no me agradaría tener que buscar ningún escondite.

  II

Y una vez declarada mi intención al escribir sobre este tema, como siempre, al primer sitio que acudo para concretar o definir algo es a mi diccionario y en él encuentro lo siguiente:

Esencia: Naturaleza de las cosas.

2.- Lo permanente e invariable en ellas: lo que el ser es.

A continuación busco la palabra "Esencial" y dice:

Perteneciente a la esencia:

2.- Substancial, principal, notable.

Y después, precisamente porque en muchos escritos se usan de forma indistinta esencia y substancia, busco esta última palabra, "Substancia" y explica:

3.- Ser, esencia, naturaleza de las cosas.

8.- Fil. Entidad a la que por su naturaleza compete existir en sí y no en otra por inherencia.

Inherencia es: Unión de cosas inseparables por su naturaleza o que sólo se pueden separar mentalmente y por abstracción.

2.- Fil. El modo de existir los accidentes, o sea, no en sí, sino en la substancia que modifican.

De las definiciones, efectivamente, se aprecia que las palabras esencia, substancia y, en cierta medida, substancial, expresan el mismo concepto, o muy similar. Sin embargo, para mí, dichas palabras tienen un significado distinto, según el contexto en que se pronuncien (quizá, más que significado, sea distinto el matiz).

En el mundo de la ciencia es más lógico que se emplee la palabra substancia, como composición de una materia determinada, que en sus últimas consecuencias, según la teoría atómica y la de las partículas pequeñas, parece, por lo que se conoce en nuestros días, que toda la materia está formada por la misma substancia, ya que la diferenciación se produce por el número de electrones y órbitas que contiene el átomo; pero los electrones, protones y demás partículas, son iguales en todos. La combinación de átomos da lugar a las moléculas que son las que, para el ojo humano, produce la variedad que puebla nuestro universo.

El hecho de que sólo exista una substancia, podía llevarnos al panteísmo, en el aspecto no de que todo es Dios, sino que todo participa de la substancia divina. Pero los científicos no hacen juicios al respecto.

La palabra esencial parece que tenga una connotación más vulgar, en el sentido de utilidad, a cuyo respecto no me resisto a incluir un chiste viejo como yo (La filosofía no tiene que estar reñida con el humor, ni tiene que haber crímenes por si Aristóteles escribió una comedia o no, como en la novela de Umberto Eco).

En una posición defendida por mejicanos frente a una horda de indios apaches, el coronel, viéndose en muy grave situación, llama al soldado Pérez y se entabla el siguiente diálogo:

Soldado Pérez, tome un caballo y vaya a pedir refuerzos

Mi coronel, nos hemos quedado sin caballos..

Pues coja un mulo o un burro..

Tampoco tenemos, porque nos comimos el último ayer..

 ¡Pues monte en su puta madre y vaya!

 ¡En la suya mi coronel!

Es igual; la que más corra.

Evidentemente, en este caso lo esencial era ir a toda velocidad a pedir refuerzos, siendo indiferente que la substancia fuera un caballo, un mulo, un burro, la madre de Pérez o la del coronel.

Para la gente, cuando va a beber, lo esencial es que el vaso no se derrame y que se pueda beber en él sin problemas. No siendo esencial que la substancia del vaso sea de barro, de vidrio o de latón.

En cuanto a la palabra esencia, es de uso más común entre filósofos y teólogos y en ella se incluye no sólo la substancia o materia (en teología casi nunca se refiere a materia) sino a causas primeras y espirituales.

En filosofía el enigma de la esencia se puede decir, que empieza con Aristóteles (Aunque Demócrito, de la escuela atomística de Abdera, ya había hablado de la substancia formada de partículas  -átomos-, igual para toda la materia), que le va a dar su impronta y que durará hasta nuestros días.

Sin entrar en un estudio exhaustivo sobre las teorías de Aristóteles, sí es preciso hacer algunas observaciones al respecto: Para nuestro filósofo, en todo ser se da la substancia (Ousía), esencia de cada ente individual, subsistente en sí misma, y la forma o accidente. Después clasifica las substancias en primera (fundamento de los accidentes) y segunda, que designa a las especies. También puede ser corruptible y eterna.

Considera: que la esencia de la materia es el movimiento; la del deseo, el alma; la de ésta, es el pensamiento, y la del pensamiento, es el pensamiento en sí.

Como se ve de lo expuesto tan esquemáticamente, Aristóteles parece tener (al menos así me lo parece) una idea múltiple de la esencia y habría que preguntarse, cómo hubiera enfocado este concepto si hubiera conocido el estado actual de la ciencia, que tiende a considerar que la substancia de todos los seres tiene como base la misma constitución, o los mismos elementos primarios, aunque agrupados de diversas formas.

También deduzco que el filósofo no se queda satisfecho con la simple adjudicación de la esencia a los elementos que componen los entes, sino que hace intervenir a la forma (accidente derivado de la substancia y el movimiento) para individualizar a dichos entes.

Por mi parte creo, que la palabra esencia tiene un sentido más amplio que el de la composición más simple de los entes, porque además de su utilidad, cada cosa, no sólo es, sino que sirve para algo, bien sea para su uso, o formando parte de un paisaje para darle belleza o fealdad al conjunto, lo que significa que las cosas, junto con su substancia, su utilidad y su ubicación, tienen un (podríamos llamarlo) aura que influye en lo que les rodea. Y el conjunto de todas estas cosas es lo que yo llamaría esencia.

Después de emplear la palabra aura, quiero hacer una precisión, porque quizá pudiera dar lugar a confusión sobre el significado que le doy. No se trata de esa irradación luminosa que rodea a ciertos seres, ni de ese concepto muy empleado por aquellos que profesan teorías más o menos teosofas o esotéricas de origen oriental, ni quiero darle ninguna dimensión espiritual (aunque para algunos pudiera tenerla).

Pudiera remitirme a causas físicas, tales como el concepto de campo gravitatorio que todos los cuerpos ejercen según su masa sobre lo que le rodea, y a este fin es conocido el hecho de que en astrofísica se considera que todos los cuerpos producen en el espacio (y en el tiempo) una depresión, que cuando llega a ser muy grande, como en el colapso de determinadas estrellas, se produce la singularidad llamada agujero negro. Pero aún siendo esto de importancia capital en la influencia de los cuerpos, y corriendo el riesgo de ser tratado de confuso e indeterminado, creo, que además de todo ello, hay algo más, aún no descubierto, que es más sutil respecto de esta influencia, y me refiero, por ejemplo, al concepto de belleza, que me costaría mucho poder incluir en alguna de estas influencias.

Un científico decía que una puesta de Sol no se puede explicar sólo como una cuestión de átomos y partículas. Por cierto que también decía que a Dios no se le podía encontrara en una fórmula matemática.

En un libro que creo se titulaba "Cómo mirar a un cuadro" venían juntas una pintura de un paisaje y una fotografía del mismo. La pintura representaba fielmente el paisaje, excepto por un árbol que el artista había incluido en el cuadro y que en la realidad no existía; sin embargo, aquel árbol le daba unidad al cuadro y mejor comprensión del paisaje que su realidad.

Es decir, la influencia del árbol (para el artista) en el paisaje era necesaria y cumplía su misión. Entonces me pregunto: ¿Qué clase de influencia es la que ejercía en el entorno dicho árbol?; pero la ejercía. Y no era física, ni tal vez espiritual, a menos que la belleza, o el orden de la composición sean de esta clase.

A esta influencia difusa e indeterminada, es a lo que llamo aura.

Por esto es por lo que los científicos sólo encuentran substancia, pero no esencia, y los filósofos que no analizan la substancia (sólo especulan) tampoco la encuentran.


 III

La existencia se ha contrapuesto a la esencia, en especial desde la aparición del movimiento llamado existencialismo. Y digo movimiento en vez de teoría filosófica, porque los seguidores de él mantienen variados planteamientos y porque abominan de ser considerados como componentes de una escuela. Cosa que iría contra su propio pensamiento en el que rechazan toda sistematización y se basan (entre otras cosas) en el juicio y experiencia individual (subjetivismo) para encarar los fenómenos que suceden a su alrededor.

La definición de existencia es:

Acto de existir.

2.- Vida del hombre.

3.- Fil. por oposición a esencia, la realidad concreta de un ente cualquiera. En el léxico del existencialismo, por antonomasia, la existencia del hombre. Y aún más, modo de ser el hombre en el mundo.

Por mi parte quiero decir que no veo oposición de ninguna clase entre esencia y existencia, ya que si no hay esencia, no hay absolutamente nada, por supuesto, ni existencia. ¿Cómo va a existir algo sin la base de su propia esencia?.

En segundo lugar, porque circunscribir la existencia a la realidad del hombre me parece poco serio, pues ¿Qué hacemos del resto de las cosas y fenómenos que nos rodean y que de una u otra forma nos afectan? ¿No existen?. Si un existencialista tropieza con una piedra, es seguro que, el daño recibido, le hará pensar que la piedra existe.

Otra cosa es que, sin rechazar la existencia, se planteen otros problemas importantes con relación al hombre, como lo inexplicable de dicha existencia, de la que desconocemos (al menos hoy) su objeto, aunque las religiones nos la explican en función de la existencia de Dios, que después de una eternidad y de haber hecho un inmenso universo lleno de cosas, se aburre y necesita alguien (primero los ángeles y luego el hombre) para que le acompañen y le prodiguen alabanzas. Sin explicar la necesidad que tiene Dios de que lo jaleen para su autoestima. Además, que dichos entes luego le crean problemas de rebeldía

También es cierto que, aún cuando se vaya (por medio de la ciencia) conociendo más de la substancia (pero no la esencia) el hombre se desinterese de ella, y se concentre en su propia existencia, basando el conocimiento de la realidad sobre la experiencia de la propia existencia, escapando de la abstracción de las supuestas verdades objetivas, que no conocemos.

Y es verdad que, hasta cierto punto, cuando un hombre habla de un tema y emplea una serie de palabras, no puede estar seguro de que quien le escucha le esté dando el mismo sentido o la misma intensidad, que él siente.; por ejemplo: si yo empleo la palabra amor, no puedo asegurar que mi experiencia del mismo es igual a la de mi oyente, y él interpretará dicha palabra (o sentimiento que expresa) según sus propias experiencias, que tal vez, no sean las mismas que las que yo he tenido.

En cuanto al enunciado existencialista, de que el hombre no tiene esencia prefijada, tal vez sea cierto; pues no hace mucho, leí unos libros sobre el funcionamiento y constitución del cerebro (creo que se llamaban "La búsqueda científica del alma", "El error de Descartes" y "Las puertas de la sabiduría") escritos por destacados científicos del ramo, que manifestaban, que cada persona se hace el cerebro a sí mismo, pues un individuo que desde su niñez se dedica a estudiar, por ejemplo, matemáticas, configura sus conexiones cerebrales poco a poco en la comprensión de dicha materia, como otros en otras, y que es difícil reconvertir el cerebro una vez preformado por uno mismo; pero es indudable, que el subjetivismo se da dentro de cada especie, es decir con toda la singularidad de un sujeto (cultura, edad, raza, conocimientos, etc) siempre estará incluido en su especie humana (esencia de especie) y no llegará a ser de la especie cebra.

Y por último es preciso hacer referencia a la fenomenología de Husserl (único lazo de unión entre los teóricos del existencialismo) que trata de la descripción y clasificación de los fenómenos, basándose en la descripción de la estructura formal  de dichos fenómenos, vivencias o esencias materiales, de acuerdo con los datos inmediatos de la conciencia, es decir, mediante la intuición originaria (¿Innatismo?). De tal forma que no hay más datos válidos que aquellos que cada uno, desde su experiencia y psicología, elabora en su cerebro respecto del mundo que le rodea.

Y establece como dos campos de leyes, uno que se referiría al del mundo sensible basado en leyes lógicas (a priori), y otro en el psicológico, basados en las leyes de la probabilidad.

Aunque se atribuye el origen del existencialismo a un gran número de filósofos, en realidad se puede decir que este movimiento arranca de Kierkegaard (aunque éste no sea realmente existencialista) e influye en muchos posteriores (entre otros en Unamuno), pero el verdadero movimiento empieza tras la segunda guerra mundial, como una reacción virulenta e individualista contra la masificación llevada a cabo por los regímenes totalitarios y superpoder del estado, que había calado en la praxis política, derivada de las teorías de Hegel, en las que el individuo no es nada y el estado lo es todo (por cierto que en algún sitio he visto que se considera a Hegel, en cierta forma existencialista).

Pese a la inclusión en este movimiento de muchos filósofos, los que le dan su impronta (con bastantes divergencias entre ellos) son Sartre, Jasper, Heidegger, Marcel (éste católico), Bergson, Abbagnano, etc., y escritores como Camus, Dostoievski, Kafka, Nietsche, Malraux, etc.

Como ya se ha visto a lo largo de lo hasta  aquí expuesto, el existencialismo pone el dedo en la llaga de muchos problemas, pero hay que reconocer que no sólo no los soluciona, sino que incluso llega a ser contradictorio consigo mismo, ya que es indudable que si no hay substancia, y con ella esencia, no hay absolutamente nada, por supuesto ni existencia. Otra cosa es que nos interese o no saber lo que es la esencia y que nos despreocupemos de ella, cosa que el hombre no es capaz, pues cuando no conoce una cosa, procura explicársela a su manera. Lo segundo es, que precisamente, abominando de la esencia, el existencialismo se preocupa de la existencia del hombre, pero el hombre tiene una esencia que lo distingue de los demás seres y por ello, está implícitamente acotando su esencia diferencial (en ciencia esta diferenciación vendría dada por su código genético, que lo hace distinto a otros seres). Pues algo hay, incluso para un existencialista, que sabe distinguir a un ser humano de cualquier otro animal, vegetal o cosa inanimada, como ya hemos dicho antes.

Por otra parte, cae en algo que seguramente no desearían los integrantes del movimiento que se manifiestan ateos, y es en hacer al hombre un ser distinto (como se expresa en el Génesis) compuesto de cuerpo y alma, especialmente siguiendo las teorías de Huserl, denunciado especialmente por Damasio en su obra "El error de Descartes" al que acusa de que, quizá por miedo, hace una distinción entre lo físico del hombre y lo espiritual, cuando según los estudios sobre el cerebro, éste es un órgano del cuerpo humano, como pueda serlo el hígado, con sus funciones, entre las que se encuentran, la inteligencia, la memoria y la voluntad, que, según las religiones, son las potencias del alma. Y precisamente por ello la medicina, aún influida por estas concepciones, sigue manteniendo esas dos clases de leyes, la somáticas y las psicológicas.

Si llevamos este subjetivismo de la fenomenología de Huserl a sus últimas consecuencias, resultaría el absurdo de que si cierro los ojos, el mundo desaparece y al abrirlos vuelve a crearse en el mismo punto en que lo dejamos al cerrar los párpados.

El camino de la ciencia no va por la diferenciación de las leyes de los fenómenos, sino por la de su integración, siendo el caballo de batalla de la ciencia moderna en astrofísica, la unificación de campos que poco a poco se va consiguiendo (excepto con el campo gravitatorio), y sería muy raro (Naturalmente no imposible) que hubiera unas leyes lógicas de la ciencia, y otras de la psicología; sobre todo, como ya he comentado, con los estudios sobre el cerebro en el que no aparece ninguna dualidad entre las antiguamente llamadas potencias del alma (y el mismo alma) y las funciones cerebrales.

La realidad es que el movimiento existencialista, pese a sus magníficos teóricos y escritores, fue un movimiento social juvenil de reacción contra los estados opresivos (no solo dictatoriales) que llevan a considerar al individuo como una simple rueda de una maquinaria mayor, anulando su personalidad, convirtiendo a la sociedad y en general a la humanidad en una colonia de hormigas. La obra "Mundo feliz" de Aldous Huxley y "l984", con el gran hermano, de Orwell, pueden ser ejemplos de ese punto de vista. Las obras que muestran esa angustia existencial, y esa vida sin sentido del hombre, las encontramos en títulos, además de la "Nausea" de Sartre, en los de Camus tales como "La Peste", "El extranjero" (o extraño), y "Calígula" (Diré que a final de los cincuenta, cuando leí "La Peste" al salir de casa vi ratas por todas partes).

Pero además de la visión del infierno que da Sartre en "A puerta cerrada", la mejor exposición de este movimiento está, para mí, en el diálogo de Orestes con Zeus en "Las moscas", cuando el dios conmina al héroe para que no lleve a cabo su venganza contra Clitemnestra, su madre, y éste le pregunta por su autoridad para darle dicha orden; el dios le contesta: que él ha sido quien lo ha hecho, y Orestes responde: que sí, pero que lo ha hecho libre; libre hasta de su propio creador.

Esta libertad absoluta es la que va a informar al movimiento juvenil que después de cierto tiempo ha desaparecido, convirtiéndose en un movimiento de libertad, pero sin ningún contenido filosófico, y que se manifiesta sólo en los fines de semana ante el botellón, y en no asumir responsabilidades, manteniéndose en los domicilios de sus padres hasta que se han provisto de todo lo que creen necesario para su vida independiente. Cosa que antes, ya sabía todo el mundo, que los principios en la vida son duros y que cada uno, con su esfuerzo (y suerte) debería conseguirlo.

Por último, en un momento determinado pareció que el movimiento iba a tener una grandiosidad semejante a la revolución francesa o rusa, y cambiaría el signo de la historia. Me refiero al mayo del 68, pero esa explosión juvenil, con la enemiga del resto de la sociedad (incluyendo obreros y partidos de izquierdas), y su absoluta indefinición, no fue más que una tormenta pasajera, que por sus propias contradicciones no llegó a nada fructífero.

En resumen, se puede decir que la búsqueda de la esencia forma parte de la estructura (diría que de la esencia) del ser humano, que no se conforma sólo con existir sin dar respuestas a los enigmas que le rodean, como es manifiesto por la marcha progresiva de la humanidad en el intento de conocer lo que le rodea. Que parece absurdo contraponer la existencia a la esencia, pues sin la primera no se podría hablar de la segunda, y por último, que en realidad los existencialistas deberían centrar sus esfuerzos en encontrar, precisamente, la esencia de la existencia.

Todo lo cual no impide que la libertad humana sea uno de los bienes más necesarios a preservar, pero no sólo frente a los estados, sino también contra otras fuentes de poder, como serían los creadores de modas, y todo el mundo empresarial que, junto con cosas realmente útiles, nos hacen creer en la imperiosa necesidad de gran número de utensilios que no tienen otro objeto que incrementar la rueda económica de ciertos estamentos. Y no sólo me refiero a utensilios mecánicos; los productos de la cultura, tanto en novela, música, como en la ventana más importante de nuestro tiempo, la televisión, forman parte de esa estructura de poder que anula la libertad del hombre.

Luchar contra esas insidiosas trabas a nuestra libertad, es más importante que esa pseudo-libertad que nos presentan determinados grupos (ecologistas, antiglobalización, ONG, etc.), que en el fondo es probable que sirvan también determinados e inconfesables intereses que nada tienen que ver con la lucha por la libertad, pues  por ejemplo, ese afán de "estar a la moda" con determinadas prendas, que llega casi a la uniformidad, va contra ese subjetivismo, que, dentro de nuestra esencia genérica de hombre, nos hace manifestar nuestra propia vivencia y distinguirnos unos de otros, como el mayor valor de nuestra libertad individual.

Buscar la esencia no va contra el subjetivismo; admitir ideas abstrusas como ruedas de molino, sí. También no fiarse de las apreciaciones de los sentidos como dice Platón, o Calderón de la Barca con "La vida es sueño", o Descartes con desconfiar de todo excepto del pensamiento, etc., son buenas herramientas de trabajo para la ciencia y el pensamiento en general.




     M I S   D U D A S             

Depósito legal: Z- 2687- 2003 

Zaragoza, 24 de septiembre de 2003

Por: Julio Andrade Cola



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