La Honor de Huesa y la Comunidad de Daroca.
“Una pequeña república asamblearia.”
Hoy el municipio de Muniesa está integrado
en la comarca de las Cuencas Mineras, es una división de funciones y servicios emanada
de las Cortes de Aragón, no una división política, aunque la política la haya
creado. Durante siglos hubo otras, y esas sí que fueron políticas, judiciales, tributarias,
y militares, una especie de pequeños países con autonomía en casi todo, con
deberes y derechos, claro está, siempre bajo el dominio del rey de Aragón, o de
España más tarde. Quiero contar la historia, sucinta, de la llamada Honor o
Común de Huesa, que luego confluyó en la Comunidad de aldeas de Daroca. Muniesa
perteneció a ellas nada menos que cinco siglos, y eso dejó una impronta.
Retrocedamos a la Edad Media, un lapsus en
el involuntario progreso humano, dejamos atrás el pensamiento griego y el
Imperio Romano, el oráculo de Delfos, Solón, Sócrates, carreteras
eficientes, acueductos de piedra a hueso, el latín, el laicismo. Porque el origen
de estas uniones políticas se retrotrae a la oscura Edad Media, época de guerras, de fanatismo
religioso, de príncipes y doncellas, de caballeros y vasallos, de dragones y
mazmorras; es así, las Comunidades de aldeas, son fruto de la paz tras la
muerte, son la forma de poblar un país conquistado, la extremadura, la
frontera, donde la ley menguaba y lo pasado quedaba en el olvido.
Por fijar un inicio, citaré una fecha: 1117,
el año en el que el rey Alfonso I vence en Belgit (Belchite) y funda una
cofradía militarizada con Galín Sanz a la cabeza, la estrategia acertada para
tomar la Taifa de Saraqusta al año siguiente.
El reino de Zaragoza era la joya, el reino
más al norte del Califato Almohade en Europa, pero en 1110 había sucumbido ante
los Almorávides, una secta de monjes soldados procedentes del desierto del Sáhara.
Conquistar
la ciudad fundada por Augusto suponía dominar las riquezas del valle del Ebro, sobremanera
visto desde la perspectiva de los montañeses de ambas caras del Pirineo, aguerridos
e incultos. Los aragoneses encontraron una Mediana Albaida idealizada, el
suntuoso palacio de la Aljafería construido por Al-Muqtádir, o la escuela filosófica
de Avempace.
Dos años después, en 1120, llega la batalla
definitiva, Ibrahim ben Yusuf, emir de los Almorávides, se enfrentan al rey
Alfonso en Cutanda y pierde.
En aquella época de introspección y fiebre religiosa algunos reyes morían en el campo de batalla, así ocurrió en el año 1133, cuando en el sitio de Fraga el Batallador cae mortalmente herido, los Almorávides aprovechan el desconcierto y reconquistan las riberas del río Martín y del Albayar (hoy el Aguas Vivas) es un espejismo, no hay vuelta atrás.
El rey Alfonso fue un personaje de película, y su sucesión estuvo a esa altura, llena de mitos y leyendas, el dato histórico es que le sucede su hermano Ramiro II “el monje”, y a él, su hija Petronila, que casaron al año de edad con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona (no de Cataluña) ejerciendo de Príncipe de Aragón en el gobierno y en la guerra, conquistando a los Almorávides muchos territorios, entre ellos Montforte, Belgit, y Huesa, y otorgándolos a Lope Sanz (el hijo de Galín Sanz) La escasa población musulmana del país huye a Valencia, no aceptan la dominación cristiana, y eso que los aragoneses les permiten vivir a extramuros (el ejemplo es Huesa, donde los alfares permanecieron en sus manos hasta 1609, cuando el corrupto duque de Lerma les expulsó) por ello la necesidad de una repoblación, primero con mozárabes (cristianos que vivían dentro de los reinos musulmanes) después con navarros, castellanos, gascones y bearneses.
En 1142, Ramón Berenguer IV otorga un fuero
peculiar a Daroca, donde se incluyen las tierras dominadas por el castillo de
Huesa, pretende repoblar los territorios, en palabras de hoy: poner en valor. Es
la usanza, comprar y vender villas y campesinos con la villa, como si fueran cosas, es el derecho de
guerra, es la vida en la Edad Media (no la corrección política del siglo XXI) El uso habitual en aquellas guerras civiles era dividir el país conquistado en señoríos
(territorios propiedad de un señor feudal, dueño absoluto) y se hizo hasta las
riberas del Ebro. Sin embargo, al sur se crean la Comunidades, villas y territorios
propiedad del Rey (de realengo)
La intención de los aragoneses era
sustituir la población musulmana por una cristiana que les fuera fiel y defendiera
con su vida la región (también de otros cristianos, como los señores de
Castilla) para ello otorgaban una carta-puebla prometiendo a los colonos las
mismas leyes que dieron a los repobladores de la ciudad de Zaragoza, es decir, nunca serían
siervos.
Los montañeses (tanto de Aragón, como de Sobrarbe y Ribagorza) defendían el cristianismo frente al islam, pero también la persistencia del Derecho Romano, era la justificación ante una guerra territorial, y sabían de Justiniano y su compilación, y por ello dictaron leyes para las villas de Daroca, Calatayud y Teruel, los llamados fueros; concediendo extensas regiones a los nuevos pobladores. A su vez esas villas ejercían de señor de las aldeas circundantes, que eran simples barrios, aun así, parecía mejor depender de una villa que de un señor. Los colonos viajaban a un país de libertad, alejándose de la servidumbre a la casta feudal.
La Comunidad de aldeas de Daroca se constituye
el primero de mayo de 1248, (la Común de Huesa no formaba parte) siendo rey Jaime I, y estipulaban que las
aldeas podían celebrar sus “plegas generales” (asamblea anual de los vecinos para dirimir contenciosos, la máxima autoridad de la aldea) sin que
los jurados de la villa de Daroca pudieran asistir (De la Comunidad de aldeas
de Daroca, la villa de Daroca no formó parte) En 1256 los propios aldeanos
hacen los estatutos de la Comunidad, donde organizan su milicia, la protección de
sus fincas, y el funcionamiento de la administración (suena a autogestión
anarquista) Las Comunidades son un contrapoder frente a la villa cabecera, los
concejos de las aldeas plantan cara al concejo de Daroca, Calatayud y Teruel.
Logran una gran autonomía política y económica, aunque el dueño siga siendo el
rey.
En 1283, la Común de Huesa y sus aldeas (sigue siendo un país, comarca, región, una autonomía en palabras actuales) apoyan a la Unión (una liga de nobles e infanzones que planta cara al rey Pedro III) «Eran en aquellos momentos Garcías Alcaldus y Martinus Martinem de Agon procuradores del concejo de Huesa, Johannes y Martinus jurados de la villa y Michael de Camaras de Bielsa [por el contexto parece lógico que sea Blesa], Petrus, Dominici Petri de Momeça [también por el contexto podría ser Montmesa, que se transformaría en Muniesa, lo cual genera una hipótesis digna estudio], Montes de Plou, Domingo de Salas de Cortes, Domingo de Valient [constatación del apellido Valiente en la zona desde antiguo] de Maicas y Garcias Sobrinus de Anadón, procuradores del concejo de la villa de Huesa y de sus aldeas» (recojo el texto de Fco. Javier Lozano Allueva, 2015, en su Edición crítica de la "Historia de la Honor y Común de Huesa de Salvador Gisbert,1882)
Es en el siglo XIII (con los reinados de Jaime I, Pedro III, Alfonso III, Jaime II) cuando las Comunidades en Aragón se desarrollan bajo la necesidad de repartir y organizar los pastos, las tierras de cultivo, los términos, la caza, la explotación forestal, el relevo de los jurados; y al originarse conflictos, el derecho consuetudinario trata de evitarlo, la ley siempre la ley ( tan maltrecha en nuestros días, de ahí ese viejo refrán: Callen barbas y hablen cartas)
A finales del siglo XIII, las Comunidades consiguen representación en la Cortes Generales del Reino de Aragón, con independencia de la villa, una muestra de su peso económico. Tengamos en cuenta que también los jurados de las aldeas actuaban de jueces en casos menores, los asesinatos y los delitos graves eran juzgados en Daroca, y los presos encarcelados en el Castillo de Peracense, propiedad de la Comunidad de Aldeas de Daroca en el siglo XIV (¿Cuántos morirían los inviernos?)
En 1438, las aldeas tienen valor, y el rey de la Corona de Aragón necesita dinero para sus múltiples frentes en el Mediterráneo, Alfonso V “el Magnánimo” (o Alonso V, es el mismo nombre y mismo rey, hecho desconocido para el ayuntamiento de Zaragoza en su nomenclatura callejera) vende la Común a Johan de Olzina.
En 1503, la Común de Huesa decide unirse a la Comunidad de aldeas de Daroca, para ello firman en Romanos una concordia, que solo perdurará hasta 1518, cuando el Emperador Carlos V (el propietario agobiado por las deudas) vende la Común con el beneplácito de la Plega General (la asamblea “popular” de vecinos, repito) por 10.000 ducados de oro a don Luis Sánchez (hijo de Gabriel Sánchez, Maestre Racional de Fernando el Católico) que ocupaba el cargo de Tesorero General del Rey y consejero del Reino. La Común de Huesa y sus aldeas estaba formada por: Huesa, Blesa, Muniesa, Josa, Anadón, Cortes, Plou y Maicas. También se unió La Baronía de Segura, con Segura y el lugar de Salcedillo.
En 1527, la propietaria de la
Común de Huesa es la hija de don Luis Sánchez: doña María Sánchez de Toledo.
En 1558, la Comunidad de aldeas de Daroca decide comprar la Común de Huesa y la Baronía de Segura (comprarse así mismos en realidad) a doña María Sánchez de Toledo por 1.360.000 sueldos jaqueses, firman la transacción en el Villar de los Navarros tres delegados de Daroca, dos de la Común de Huesa, y uno de la villa de Segura. Se convierten en una Sesma de la Comunidad llamada la Honor de Huesa. El rey Felipe II (I de Aragón) confirma la adquisición el 19 de diciembre de 1559. Ahora los impuestos los cobra la Comunidad, y después el rey les cobra a ellos.
La Plega General se reunía cada año a mediados de septiembre, antes de San Miguel, nunca en la villa de Daroca, presentaban cuentas al bayle (representante
real) y elegían por insaculación (sacar redolinos con los nombres de un saco o un barreño de agua) los nuevos cargos de la Comunidad. Era una
fiesta importante que podía durar una semana.
La Comunidad de aldeas de Daroca llegó a
tener 108 villas y lugares, la división por provincias en España se creó en
1833, los partidos judiciales en 1834, nuestra “pequeña república asamblearia” desapareció
en 1837.
Las Comunidades son una parte de nuestro patrimonio olvidado, y aunque no seamos conscientes, venimos de aquellos pobladores de la frontera que anhelaban la libertad.
MUNIESA |
CORTÉS DE ARAGÓN |
HUESA DEL COMÚN |
JOSA |
MAICAS |
PLOU |
ANADÓN |
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