domingo, 3 de mayo de 2020

A orichinal novela histórica d'a qual toz o mundo charra.

La original novela histórica de la que todo el mundo habla.

UNO DE LOS FRAGMENTOS EN LENGUA ARAGONESA, PÁG. 284-285=


¿Antonio Pérez…? A ixe no le ebaz mencionau (¿Antonio Pérez…? A ese no le habíais mentado.)

—Es nuestro caudillo. Se enfrentó al Rey y pidió amparo a los Fueros de Aragón, pero el Santo Oficio los desdeñó e intentó prenderlo en su castillo y fracasaron, no esperaban que el pueblo lo rescatara de sus garras. En recompensa el tirano envió un gran ejército a conquistarnos. Las leyes son papel mojado delante de los cañones. 

¿No sabebaz ixo? (¿No sabíais eso?)

—Creíamos y aún creemos en la libertad, señora. También que la ciencia nos la dará.

            — ¿Ixo ye una creyencia u una certidumbre? (¿Eso es una creencia o una certidumbre?)

—Son los hechos demostrables, señora mía.

No femos de tener o mesmo Dios, me temo. (No debemos tener el mismo Dios, me temo)

—Solo hay un Dios, si hubiera más, sería del todo imposible explicar su existencia.

Tos confundís siñor, no se puede charrar o que no tiene explicación. O mío maríu las buscaba, ansiaba plegar a o estau espiritual prefeuto, quereba alufrar al “Ser Supremo”, “como una mota de polvo suspendida en la nada”, me deciba muitas vegadas, y por ixo lo matoron, por no fer cosa. (Os equivocáis caballero, no se puede explicar lo que no tiene explicación. Mi marido las buscaba, ansiaba llegar al estado espiritual perfecto, quería contemplar al Ser Supremo, como una mota de polvo suspendida en la nada, me decía muchas veces, y por eso lo mataron, por no hacer nada.)

Boquiabierto. Jayme contiene sus objeciones y la extrañeza, ofuscado, pues quién espera semejante respuesta de una mujer que ni habla castellano. Tolera el argumento, condescendiente como debe de ser en un letrado, convencido de argüir razones y de ensayos que hicieron otros; ante una viuda que porta andrajos, que vive en la barbarie, alejada de civilizaciones y poderes, haciendo carboneras en verano, aceites del enebro, cepos todo el año, ungüentos, semillas de helechos, sanaciones si es el caso. En la mente del hijo del librero algo se escapa, sin saber leer sabe la condenada; recapacita y mesa los vellos mal dispuestos del bigote y alcanza que tal vez, esa mujer arcana, en su soledad haya hurgando en sí misma tanto como los grandes pensadores y por eso dispone de certezas.

       La dueña de la choza tiró la máscara y mostró su condición. Ahora saca las frituras del fuego y sirve a Jayme en las tablas que hacen de mesa, y sonríe ignorante de la sensualidad que emana. El estudiante contempla su pelo maltrecho y absurdo, su semblante oscuro como el bosque que la rodea, sus piernas largas entre las sayas recias, la tentación del talle, sus nalgas sinuosas; Ganareo recuerda el burdel de Pau, pero ésta no es mujer puta, es recatada, aunque él le mirara los pechos cuando se agachaba a recoger alguna cosa que sus hijos tiraban al suelo.

M'acusan d'estar bruxa, y de fer que as mullers escañuten. Por ixo vivo desterrada. (Me acusan de ser bruja, y de hacer que las mujeres ladren. Por eso vivo desterrada.)

—La ignorancia es el más común de los males. Antes os decía que la ciencia todo lo explica, pero vos no sabéis de ella, no sabéis de Salamanca ni de Lovaina, y sin embargo domináis muchas artes, más que algunos doctores que medio matan a los reyes con sangrías. Y además veo que sabéis de lo imperceptible.

Pus ya veyez… en o lugar me chiran a cara, si s'amanan a yo ye ta propasarse, y os críos me tiran piedras y me claman bruxa porque le l'habrán sentiu a os suyos mayors. (Pues ya veis… en el pueblo me giran la cara, si se acercan a mí es para propasarse, y los críos me tiran piedras y me llaman bruja porque se lo habrán oído a sus mayores.)

—Tendríais que haber vuelto a matrimoniar.

¿Con quí…?, ¿con bel soniador como vos? (¿Con quién…?, ¿con algún soñador como vos?)

—Los soñadores levantamos catedrales… yo quiero levantar una máquina que piensa.

¿Ta qué quiere un choben como tú una máquina que piensa? (¿Para qué quiere un joven como tú una máquina que piensa?)

—Para conquistar el poder.

Ta ixo o que demandas son oro, plata, cañones, arcabuces, plomo y pólvora. O poder y a razón son d'os vencedors. (Para eso lo que necesitas son oro, plata, cañones, arcabuces, plomo y pólvora. El poder y la razón son de los vencedores.)

—Eso ya lo sé.

¿Y ixa máquina mincha?, ¿u cal dar-le cuerda toz os díyas? (¿Y esa máquina come?, ¿o hay que darle cuerda todos los días?)

—Me faltan partes, pero todo está en mi cabeza, y os puedo decir que comerá leña y agua.

¿Qué demanda una máquina ta estar persona? (¿Qué necesita una máquina para ser persona?)

—He pensado mucho sobre eso. Incluso ensueño que pueda hablar con ella.

Yo no eba pensau nunca cosa pareixiu, pero sé quál ye a diferencia entre nusatros y os animals. (Yo no había pensado nunca nada parecido, pero sé cuál es la diferencia entre nosotros y los animales.)

—Hay muchas.

Mentíz. Solamen bi-ha una. Pero no tos la diré. (Mentís. Solo hay una. Pero no os la diré.)

Será un desplante para salir del brete, cavila Jayme, la naturaleza no da tantas respuestas a la gente plebeya; más quisiera creer que es una insinuación, una señal de apruebo. Toma entonces la decisión de inclinarse hacia ella, percibir de cerca sus olores a hollín, a cuadra y a pollino, arriesgarse a rozar sus senos y palpar sus nalgas; justo entonces suenan pasos en la puerta y las divagaciones del estudiante se diluyen.  La mujer levanta la tranca que sirve de pestillo y flexiona los cueros que hacen de bisagras; sus hijos vuelven triunfantes con un conejo que cayó en el lazo, sin mediar palabra se lo muestran a Ganareo diciendo con un gesto: mira que hombres somos y como cuidamos a nuestra madre.  

El que parece el mayor de los gemelos le dice a Ganareo:

Emos sentiu tiros en a bal. (Hemos oído tiros en el valle.)

— ¿Tiros…? Eso es que nos atacan…

Tranquilo, vos no ganasez a guerra —dice la madre. (Tranquilo, vos no ganareis la guerra.)

—Sois muy gentil… con gusto me quedaría… Debéis decirme que os debo por vuestra cataplasma y por el hospedaje.

Ya ye saldada a vuestra deuda. Cuan encara adormibaz tornó o siñor que tos trayió con ixos de Sallén y me dio unos dinérs. (Ya está saldada vuestra deuda. Cuando todavía dormíais regresó el caballero que os trajo con esos de Sallén y me dio unos dineros.)

— ¿Era don Martín?

No dio o suyo nombre, ni yo le demandé, trayeba prisas. Yera un soldau achugo, pero alterau, ansioso, con o megollo truncado. (No dio su nombre, ni yo le pregunté, traía prisas. Era un soldado apuesto, pero alterado, ansioso, con la sustancia truncada.)

— ¿Cómo sabéis eso…?

Cuan me dio os dinérs me tocó a man y le sentí o pulso. Vos no me creyerez… soz d'ixos… pero sabez que beyié a suya muerte… una muerte fata. (Cuando me dio las monedas me tocó la mano y le noté el pulso. Vos no me creeréis… sois de esos… pero sabed que vi su muerte… una muerte necia.)

— ¿No morirá en batalla como un héroe?

No pas. Será una muerte fata y por manguces. (No. Será una muerte absurda y por traidores.)

—Si vos lo decís… así será.




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