Un
amigo me pasó la primera temporada y creí que verla era perder el tiempo, una
imitación de “El Señor de los Anillos”, pensé, en serie de televisión y de
nuevo con Sean Bean como protagonista, como lo es en la película de Peter
Jackson.
Acabo
de terminar la séptima temporada, y espero impaciente la octava y última.
Juego
de Tronos es un espectáculo de espada y brujería, de fantasía épica, de cómic
de calidad, de la literatura sin palabras, de terror y casquería, de enanos y
gigantes, de los best-seller para jóvenes
(y los no tanto) de la falta de tapujos
y censuras. Si ese gen se esfumó, no veas Juego de Tronos; si no te crees que
los dragones existen no veas Juego de Tronos, si quieres ver la vida real no
veas Juego de Tronos, si pretendes interpretar Juego de Tronos tampoco es tu
serie, búscate otra o es que te crees un iluminado de esos que salen por la
Sexta a todas horas.