Monumento en recuerdo de Juan Bravo en Segovia.
El pendón de los comuneros de Salamanca, único vestigio existente de la revolución, se expone en una de las capillas de la
Catedral vieja de Salamanca.
Portada del poema épico Los Comuneros, de Luis López Álvarez, musicalizado por el Nuevo Mester de Juglaría en 1976
>«Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor»
Contraportada del maravilloso LP (ahora le llamamos vinilo) y texto de las primeras partes del poema
Viajando por Castilla encontré, sin buscarlo, el rastro antiguo de gentes que dieron su vida por la libertad. A vuela pluma conocía a los míticos comuneros; el sabor de su derrota, que después compartimos; el recuerdo de Villalar persistente; la vieja y entrañable música del Mester, de Agapito Marazuela el maestro dulzainero; de Joaquín Díaz y su constancia; mas no pensaba encontrar traza.
Siempre tuve la sensación de no conocer a los vecinos y de que Madrid no me dejaba ver el bosque. No sabía que el ciprés de Silos escondía miles de sabinas, y que el Tormes chorreaba tanta belleza. Sólo intuía que Poza de la Sal paria lobos o que Salamanca escribía en sangre de toro la cultura. Creía que los sorianos de Zaragoza olvidaban su tierra, y que La Alberca era una leyenda.
Viajando por Castilla la encontré viva, latente todavía. Tan orgullosos de su historia como cualquier otro que alza mucho más la voz. Una tierra hoy partida en cinco comunidades autónomas que hace que la identidad castellana hasta se cuestione. Pero el pasado escrito está y no podrán nunca cambiar, Castilla existirá mientras viva en la memoria el recuerdo de Padilla, Bravo y Maldonado. Porque los pueblos son pueblos mientras guarden un acerbo común indeleble al tiempo, mientras no denigren a sus muertos. Aragón es testigo.